EN DEFENSA DEL POPULISMO DE MACRI

Pese a "la papa en la boca" y Punta del Este, la jugada populista de Macri eleva el debate político.

Por Silvia Mercado

Empiezo con algo: Nunca voté ni votaré por Mauricio Macri. No me gustan los tipos que hablan con la papa en la boca; estoy a kilómetros de distancia emocional con la gente que pasa veranos en Punta del Este, vive en Pilar y admira a Silvio Berlusconi; no tolero el desprecio de los que siempre tuvieron todo por los que nunca tuvieron nada.

Dicho esto, quiero salir en su defensa. Más. Quiero salir en defensa de su lanzamiento de campaña en el fondo de una calle de Villa Lugano junto a una niña del Barrio Ramón Carrillo, que lo miraba tranquililita, sin temor a las cámaras ni a las formidables repercusiones que vendrían.

Siempre me llamó la atención que "Mauricio", como le dicen los que lo rodean (gente nada agradable, en general), porque a pesar de que lo tenía todo como heredero natural del clan, decidió arrojarse a la arena política, el lugar donde la realidad es más real que en ningún otro lado, mucho más que en los negocios, incluso mucho más que en el fútbol. Es obvio que el hombre es alguien que busca desafíos.

Pero además, después pensé que algo bueno tendría como persona, si era capaz de contar con el afecto sincero de ese ser maravilloso y único que se llama Gabriela Michetti, una perla de integridad, bondad y compromiso, inédita en la política.

Resulta que después, Macri terminó escuchando a Jaime Durán Barba, un consejero que imaginé un fiasco similar a Dick Morris, pero resulta que el ecuatoriano habla de "feminización de Occidente", de que la política se plantea desde los sentimientos más que antes, análisis en extremo profundos por lo poco racionales. Y, de hecho, su consejo de ir por más riesgo se impuso al consejo de "los que saben", que promovían el acuerdo -racional- con Alberto Fernández para que Macri fuera por una candidatura presidencial para salir segundo, con la campaña pagada por arcas oficialistas, y se consolidara como jefe de la oposición.

Michetti dijo en alguna declaración "que Mauricio decida lo que le hace feliz". Y, la verdad, se lo ve feliz con la decisión que tomó: una apuesta compleja, donde puede perder, arriesgándose a que los leones kirchneristas se le tiren encima y terminen con su honra, su fortuna y su futuro.

Pero todavía hizo algo más. Fue a un basural, se sacó fotos al lado de una niña y se expuso a lo políticamente incorrecto: hacer populismo. En estos tiempos, que un candidato de derecha muestre la pobreza y se fotografíe con una niña pobre en su lanzamiento de campaña, es considerado de mal gusto.

Aquí, Macri Mauricio también fue por más y desafió a los que tanto saben de comunicación política y no logran reconciliarlo con los progres urbanos. Pero más importante, le dijo a su electorado: Macho (él habla así, vieron?), esto existe, caminálo, mirálo, enfrentálo, no corras la vista.

Que Macri haya ido ahí, no es garantía de que le haya perdido asco a la pobreza, obvio, ni mucho menos que tenga la capacidad para resolverla. Pero al ir, se obligó ante la opinión pública. Y ese es su desafío.

Que un candidato de derecha acepte que tiene que mirar a los pobres, darles la mano, caminar con ellos, aunque se arriesgue a la crítica, es altamente constructivo.Y desde el punto de vista de construcción de imagen, es impecable, porque sorprende, eleva la apuesta, promueve el debate, demuestra que tiene agallas.

Es evidentemente que Macri está decidido a ganar, lo que le plantea a Jorge Telerman un escenario formidable, no sólo porque está obligado a competir con el candidato mejor posicionado, sino porque le permitirá construir una nueva síntesis política que hará visibles para el conjunto de la sociedad sus increíbles recursos intelectuales y profunda visión de una ciudad para el Bicentenario como las que él vivió, en Europa.

Será una batalla electoral fascinante. Ojalá Alberto Fernández no insista con embarrarla.