PAMPURO INTENTA EXPLICAR A KIRCHNER

Frustrado el sueño de la gobernación, Pampuro avanza ahora en el análisis político.
La Nación sorprende hoy con una columna del presidente Provisional del Senado, José Pampuro, quien parece estar convencido de contar con lo necesario para avanzar en la compleja materia del análisis de la política exterior –la única que importa según decía Juan Perón-. Hombre de modales suaves pero audaz, Pampuro se atreve incluso al dificilísimo desafío de intentar explicar y otorgarle algún marco teórico, o al menos cierta racionalidad, a los bandazos del presidente Kirchner en esta materia.
 
Por José Pampuro


La última visita del presidente venezolano, Hugo Chávez, a nuestro país y la gira del primer mandatario norteamericano, George Bush, por América latina fueron acontecimientos que reavivaron las discusiones en torno de algunos aspectos de la política exterior argentina.



Por este motivo, resulta necesario ensayar un análisis sobre las características principales de las relaciones internacionales de esta administración.



En 2003, iniciado un gobierno considerado débil tanto dentro del país como fuera de él, los argentinos nos enfrentábamos con un cuadro internacional muy delicado, donde era común escuchar que nuestro país se había caído del mapa.



Era prioritario, entonces comenzar un acercamiento a lo posible y a lo afín en materia de valores. Aquí radicaba la esencia de la política exterior que venía: los valores, y no sólo las circunstancias.



Había que compaginar una estrategia cuyo centro estuviera en la idea de devolverle a nuestro país su sentido de futuro. Darle la certeza a la gente de que también en materia de política exterior era posible sacarla de esa profunda sensación de indignidad en la que estábamos sumergidos los argentinos desde la crisis de 2001.



Una figura presidencial fuerte era esencial para lograr esto; también una agenda de temas y cuestiones políticas, tanto domésticas como internacionales.



El punto sensible era el endeudamiento económico. En esta cuestión, encontramos poca solidaridad de las potencias mundiales.



Estados Unidos no obstaculizó nuestro camino, pero miró para otro lado. Usaba a la Argentina como muestra de laboratorio para señalar el costo que tenía para un país salirse del tablero mundial. Por su parte, la prioridad para el Gobierno era la gente, su bienestar, y lograr restituirle la capacidad de decidir por sí misma.



La solidaridad más manifiesta y concreta fue la de Hugo Chávez. Hay quienes pueden considerar que tuvo lugar a cambio de bonos específicos, con ventajas para Venezuela, pero no menos cierto es que, mientras otros se sentaron a esperar nuestra debacle, el que siempre estuvo en la puerta para tenderle la mano a la Argentina fue el venezolano.



De ahí nuestra amistad con Chávez. Esto no significa compartir todo lo que hace. De hecho, sus acciones - las compartamos o no- son las propias de un presidente de otro Estado soberano.



Pero, en lo concreto, Chávez está siempre dispuesto a ayudar a nuestro país.



En contraposición, la Argentina mantiene una alianza con los Estados Unidos en temas de gran magnitud mundial, como la lucha contra el terrorismo organizado, el combate al narcotráfico y la defensa de la democracia (y de los derechos humanos).



Esta alianza, incluso, fue ratificada hace pocos días por funcionarios norteamericanos. El vínculo, por lo tanto, no es cortoplacista, sino todo lo contrario: apunta a llegar aun más allá de la actual administración.



Al mismo tiempo, tenemos serias discrepancias en temas regionales. Ellos quieren disminuir el Mercosur; nosotros, en cambio, lo defendemos. Ellos ahora quieren establecer una agenda propia con una dosis de oportunismo basado en donativos circunstanciales a naciones como la nuestra; la Argentina tiene su propia agenda, cuyos ejes son la región, el Mercosur, Brasil y los países amigos, como España.



Los ejemplos de Brasil y España, -dos países con los que nos une una amistad histórica-, son válidos para analizar de qué forma la agenda política del Presidente está ligada a los intereses internacionales de nuestro país.



En el primer caso, se trata de una relación de afecto que supera la coyuntura, en el marco de un temario compartido que está orientado a proteger los derechos en bloque, ratificando los rumbos en común y también la visión que poseemos los países de esta parte del mundo.



Con la Península Ibérica, a su vez, la ligazón afectiva no nos impide tener las cuentas claras, como se ratificó hace poco con la cancelación de la deuda económica con ese país.



En resumen, la agenda del Presidente es de fundamental importancia con vistas al desarrollo de la política exterior de un Estado.



Su incidencia es prioritaria nos guste o no, especialmente en los regímenes presidencialistas como el nuestro.



Es el Presidente el que interpreta el sentir nacional. En este 2007 electoral, la población tendrá la oportunidad de homologar esas decisiones con su voto.



La política exterior y la interior de cualquier país se configuran mediante la expresión soberana de las urnas. Este es el único punto que no admite discusión.