Opinión

Francisco elude a Peña Nieto, Temer y Macri

Los tres líderes más importantes de la región no terminan de sintonizar con el Sumo Pontífice. Las ideas vs el pragmatismo.

Nunca se admitirá en voz alta, pero en el peor momento de la relación entre México y Trump Enrique Peña Nieto le pidió una foto al Vaticano con Jorge Bergoglio y la respuesta fue negativa. Hace dos semanas el presidente de Brasil Michel Temer buscó una salida similar para atravesar su peor momento en Brasilia y el resultado fue muy parecido. En tanto Mauricio Macri tiene una historia de tensiones y distanciamientos desde que el jefe de la cristiandad era arzobispo de Buenos Aires, capital que el presidente argentino gobernó dos veces. El punto máximo de tensión fue cuando el entonces alcalde avaló el matrimonio igualitario.

 Los tres líderes de Estado de las tres principales economías de la región no terminan de sintonizar con el Papa. Un fenómeno cuya explicación - como dijo hace algunos días en privado Víctor Fernández (rector de la Universidad Católica Argentina y alter ego de Bergoglio)-, está muy a la vista en los textos que escribe el jefe de la cristiandad. Cuando le piden precisiones Fernández solo se remite al documento de Aparecida del 2013 donde Bergoglio despliega su cosmovisión, una saga de pensamientos que están mucho más cerca de Nicolás Maduro, Evo Morales y Rafaél Correa que de Peña, Temer y Macri.

El Papa es un ideólogo. Sus límites son más los conceptos y los contenidos que las acciones o el pragmatismo. Está última palabra encaja muy bien con los tres líderes regionales, cada uno con su adecuada dosis de liberalismo en materia económica, que por cierto, el Papa rechaza.

Peña hizo de las reformas estructurales su mantra político y sostenerlas le importa, al menos por ahora, más que su partido haga un papel competitivo en el 2018. Reformas energéticas, educativas, financieras, laborales y fiscales. Acciones que el Vaticano entiende como correcciones a pedido del sistema establecido pero que omiten por completo la problemática social de México: prácticamente un tercio de la población en la pobreza.

Temer llegó al poder en Brasil tras la debacle de Dilma Rousseff y lo primero que hizo fue una serie de propuestas económicas pro mercado y se alejó lo más que pudo de la retórica del Partido de los Trabajadores. Un mal comienzo a los ojos de quien cuando visitó Río de Janeiro estructuró todos sus discursos en torno a la desigualdad omnipresente de la metrópolis carioca.

Macri, finalmente, es un abanderado contra el concepto de ideologías: no solo no tiene una cosmovisión demasiado nutrida sino que, cada vez que puede, desprecia las constelaciones ideológicas. Las entiende cómo algo del pasado y está convencido de que su fórmula es la ganadora porque lo llevó en poco más de diez años de ser diputado a presidente ( a lo que se suma ganarle una elección al peronismo y su maquinaria en el país del sur).

Basta con ver los países de la región que Bergoglio ha visitado - y los gobiernos que los regían en ese momento -, para entender en dónde está el centro ideológico del jefe de la cristiandad. Así mismo ocurre con los que son sus tres principales temas en Latinoamérica en este momento: el desastre social de Venezuela, la paz en Colombia (el Vaticano a favor de Juan Manuel Santos y contra Álvaro Uribe) y el futuro de Cuba.

El comentario en Roma, que el nuncio en México Franco Copola distribuye con extrema cautela, es que el Sumo Pontífice podría desembarcar en México el año próximo. Será cuando el país que es un bastión del catolicismo en el mundo tenga elecciones presidenciales. Una contienda a la cual Andrés Manuel López Obrador llegaría como favorito. Una vez más, el poder de las ideas.