Gobierno

Un cambio que no despeja la incertidumbre

La división de lo que quedaba de Economía es incluso más inquietante que la salida de Prat Gay.

La salida de Alfonso Prat Gay del Gobierno tiene dos planos.Uno menor, que es su estilo arrogante que molestaba al núcleo de poder de laCasa Rosada, básicamente Mauricio Macri, Mario Quintana y Marcos Peña, comodejó en claro el jefe de Gabinete al hacer el anuncio, que se vivió en la CasaRosada casi como un festejo.

Pero detrás de esa rivalidad menor de colegio inglés, seesconde un problema mayúsculo: La Argentina terminará el primer año de gestiónCambiemos con el déficit más alto de las últimas décadas. Según calculó elflamante ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, este año trepará al 5,3% delPBI si se le descuenta el ingreso extraordinario del blanqueo.

Prat Gay y varios integrantes importantes de la coaliciónoficial sostenían en privado que el origen del problema radicaba en el diseñodel Gabinete que hizo Marcos Peña, que buscó atomizar el poder -con especialhincapié en Economía-, para evitar que surgiera la figura del superministro,tan habitual en una economía en crisis permanente como la argentina.

Esto pudo ser funcional para la interna del Palacio, perodemostró que era muy disfuncional cuando llegaba la hora de tomar medidasdifíciles, es decir ajustar. Nadie se sentía responsable y el organigrama losrespaldaba. Modernización, Producción, Transporte, Energía, Agroindustria,fueron escindidos de la habitual estructura del Palacio de Hacienda, que quedóreducida a dos secretarías, Hacienda y Finanzas.

Hoy se terminó de consumar esa lógica fractal. Ya no quedanada más para dividir.

La pregunta obvia es: ¿Si Prat Gay no tenía la espalda paraforzar a los otros ministros del área económica a reducir el gasto, lo lograráDujovne?

Hoy se terminó de consumar la lógica fractal de la atomización del poder que impuso Marcos Peña: Ya no queda nada para dividir en la estructura del Ministerio de Economía.

Los más inteligentes del Gobierno, hacen una lectura un pocomás sofisticada: “Hoy quedó claro que el ministro es Quintana”. Es verdad queLuis Caputo, flamante ministro de Finanzas, hace rato que había establecido uncanal directo con el vicejefe de Gabinete para tratar un tema que apasiona aambos: la colocación de deuda. Como también es cierto que Macri había tenidomás de un cortocircuito con Prat Gay por el control de la Tesorería.

Pero el problema es que Quintana sigue sin ser el ministro.Si lo que Macri buscaba era concentrar las decisiones en su vicejefe deGabinete, una vía más clara era reunificar carteras bajo su mando y nombrarloministro.

Eso hubiera enviado a los mercados una señal de austeridad yde jefatura clara. Y hacia adentro le ponía un responsable claro, al problemaque el Gobierno rehúye como la peste: La necesidad de hacer un ajuste mayúsculoen los próximos tres años.

Lo que ocurrió este lunes, más allá de la inteligencia ycapacidad de Dujovne, parece enviar la señal contraria: El Gobierno ha decididoque el 2017 no será el año en que empezará a resolverse en serio el problemadel déficit.

Esa intención expone la viga maestra de la experienciamacrista en el poder, que explica buena parte de lo que vivimos este año: Macriy Marcos Peña quieren ser los protagonistas felices de un Gobierno sin costos.Por eso, nadie le pone la cara al ajuste y se busca un esquema que diluyaresponsabilidades, como si fuera posible camuflar una reducción del gasto devarios puntos del PBI.

Primero se apostó a una recuperación mágica que disparara elcrecimiento del país y en ese subidón se redujera la magnitud del ajuste,mientras se pedaleaba con deuda. Esto no ocurrió y ahora los especialistasestán reduciendo incluso la proyección del rebote para el 2017. Ya nadiesensato espera un boom.

Lo que queda entonces acaso sea esperar el mismo mix demicro ajustes, pequeñas devaluaciones y endeudamiento, acompañado denegociaciones políticas para garantizar gobernabilidad, que disparan el gasto yneutralizan los moderados esfuerzos realizados. Si esto es así, no seríaextraño que estemos presenciando uno de los últimos cambios, antes que llegueel cambio.