Gobierno

Ajuste y gobernabilidad

Macri concluye su primer año entre el fantasma de la Alianza y la ambición de un gobierno fundacional.

La foto es elocuente. Macri eligiódespedir su primer año en el poder brindando en la Quinta de Olivos conveteranos líderes del sindicalismo peronista. La celebración es comprensible,se llega a fin de año en aceptable control de la situación.

El Gobierno de Macri entendió rápido queen la Argentina, los sindicatos son la pieza clave de la gobernabilidad. Másque los empresarios, los políticos, los medios o los jueces. Es la llave más amano que existe, para regular el conflicto social. Pueden aletargarlo oagitarlo, como solían hacer con gobierno no peronistas. Ese brindis es entoncesel símbolo del principal triunfo político del Gobierno, en el año que se va.

Pero la imagen no debería despertarentusiasmos desmedidos. Macri termina el primer cuarto de su mandato con lagobernabilidad en el renglón verde. Sin embargo, la conquista de esa colina nofue una producto de una operación balanceada. En el camino se entregó elprograma de ajuste fiscal, que de por sí ya era de una notable moderación ante ladimensión del problema.

La idea, respetable y democrática, de la mejora incremental no implica evitar las decisiones difíciles. Por el contrario, exige un plan de largo alcance que defina con claridad las batallas que habrá que ganar.

Es entendible la prioridad. SinGobernabilidad no hay Gobierno. Pero sobrevivir no es un plan, es apenas unreflejo vital. Si la comparación es con Fernando de la Rúa, el resultado espara festejar. Pero mirarse en el espejo del más fracasado gobierno desde larecuperación democrática, está a millones de años luz del ímpetu inicial delPRO, que prometió una gestión fundacional. Una administración que iba a sentarlas bases para desanudar los cuellos de botella que empujan hace décadas a laArgentina hacia abajo.

Macri enuncia de manera correcta algunosde esos desafíos. Por ejemplo, la imperiosa necesidad de reducir un déficit queeste año, si se descuenta el excepcional ingreso del blanqueo, podría superar5,3 puntos del PBI. El problema es que más allá de lo declamativo, su equipo nocumplió. No hubo nervio ni inteligencia creativa para mantener la línea delajuste, mientras de le daba sustentabilidad a un gobierno en minoría. Se optópor la salida fácil de ceder y se empezó a socavar así, aquello que seproclamaba garantizar.

Un programa económico consistente es el otrorequisito indispensable para permanecer en el poder. Y en ese delicado terrenose abren los interrogantes más grandes.

Macri con los principales dirigentes de la CGT en el brindis de fin de año en la Quinta de Olivos.

El tiempo es el bien más escaso encualquier Gobierno. Por eso, la idea –respetable y democrática- de latransformación incremental, no implica evitar las decisiones difíciles. Muy porel contrario exige un plan de largo alcance que defina con claridad lasbatallas que habrá que ganar, en el plazo constitucional con que se cuenta.

El Gobierno parece resignado a postergar para el 2018 elordenamiento fiscal, entendiendo –otra vez- que la prioridad es garantizar lagobernabilidad, o sea, ganar las elecciones. Se confirma así la circularidaddel razonamiento oficial. Nunca habrá un momento propicio para ajustar, porque conesa lógica en 2018 y 2019 –donde se ubicó el mayor esfuerzo fiscal-, será elmomento de ponerse a trabajar en la reelección.

El detalle es que aquello que se evita esuna pieza clave de lo que se busca garantizar. Equilibrio fiscal esgobernabilidad en la misma medida que los ajustes la ponen en crisis. Lo quecierra la brecha de esa aparente paradoja y marca la diferencia entre loséxitos y los fracasos, es la política. Sí, esa actividad tan despreciada comoineludible.