Macrismo

Una solución para los problemas argentinos

El problema no es el peronismo, son los sindicatos que nos metieron en la cabeza que merecíamos más de lo que merecemos.

Hace unos días fue invitado al programa “Odiseaargentina” un historiador para presentar un libro que, en resumidas cuentas,despotricaba contra la tradición argentina de construir próceres, padres de lapatria, populismo desde la cuna. Con el correr de la charla quedó claro que ese“infantilismo” fijaba una tradición latinoamericana, “no como en Estados Unidosque celebran siete padres de la nación, empezando por Washington, bla, bla”. Lareferencia moral y textual del libro se centra en la figura de Juan BautistaAlberdi y su obra “Grandes y pequeños hombres del Plata”, un coloso ensayocontra la historia mitrista con sus “Vida de San Martín”, “Vida de Belgrano”,etc., la monumentalización de nuestros próceres.

Tomar esa parte (ese libro) por el todocomplejo que significa el pensamiento de Alberdi se comprime para forzar en lamirada histórica la supuesta naturaleza de un pueblo (“el pueblo argentino”) quesólo habría buscado “padres” en su historia (sean San Martín, Perón o Kirchner,no importa el contexto, no importa el siglo, porque el pueblo es un “niñoeterno”). Palabras más, palabras menos, lo que quedó expuesto fue el sentidocomún de un liberalismo de cursos en club houses donde el problema de laArgentina son los argentinos. Los argentinos y sus vicios, sus atajos, susinmadureces, y así hasta deducir incluso: sus pretensiones de igualdad yconsumo. ¿Qué es la ideología? Muchas veces aquello que no sabemos que pensamos.

Alberdi, a quien Sarmiento le reprochó habersesubido al tren de la victoria de Urquiza, es decir, le reprochó el riesgo deengendrar un nuevo caudillo para voltear otro (Rosas), es esterilizado como unaforista argentino que pretendió imponer una historia en minúscula de anónimos ingenierosy constructores de puentes y puertos antes que la del típico militar y caudilloque resumía tiempos históricos como… ¿Urquiza? Digamos a favor Alberdi: fue unintelectual “complejo”, mentor de una “República posible”, tan preocupado porel orden que hasta de joven pretendióescribirle una Constitución a Rosas. Hay algo en la difícil “síntesis” deAlberdi que astutamente intuyó Menem, apropiándoselo para su sincretismocultural: el neoliberalismo plebeyo. Menem era una luz.

La pregunta ante este tipo de juicios de valoresencialistas que aún se puede leer en las páginas jurásicas del diario LaNación, donde el pueblo vendría a ser una entidad sin Historia, un sujetoinmaduro que busca su padre, puede ser: ¿qué tiene de bueno la Argentinaentonces? En el mapa de esta mentalidad liberal silvestre, la Argentina pareceuna máquina de producir imágenes de una naturaleza envidiable (cataratas, pampahúmeda, glaciares, ríos, el Atlántico, la “ruta azul”, los Andes, el Delta delParaná, las sierras, los cuatro climas, ¡las cuatro estaciones de Piazzolla!)pero sin gente. Sin carne y hueso. Tenemos todo para ser Australia o Canadá, ¿yqué nos falta? Los canadienses o australianos. ¿Y qué nos sobra? Los argentinos.

Esto está hoy, aquí y ahora, como cantaba Robert Zimmerman, “soplando en elviento”. Es la melodía de baja intensidad de un gobierno que relata en vozbaja. El gobierno de Cambiemos, el gobierno del “sujeto emprendedor”, elige lafauna silvestre para intercambiar como imagen de los billetes antes que lasfiguras de los próceres, y ese gesto (que es tal vez su gesto de mayor densidadsimbólica, ese gesto de vaciar el bronce, de no enfrentar “sus próceres”, suFrondizi, Illia, Alvear, el que quieran, al que tienen derecho, ganaron con lamayoría!) hace sistema con este psicologismo historiográfico (?) según el cualla razón del “fracaso argentino” se halla en la profundidad oscura, inmoral einfantil del corazón de los argentinos, lo cual siempre puede ser la antesalade la explicación del propio y “nuevo” fracaso liberal: no falló el “proyecto”sino los argentinos. 

La prédica presidencial contra el “costo laboral” + lacampaña incesante que asocia corrupción a peronismo tiene como costura finalque todo padecimiento es merecido, cita obligada para el progreso. Porque esuna Argentina de pícaros, de atajos, de planes, de caja. 

Ahora bien, en cuantouno conoce la intimidad de “esa clase”, de “la clase”, de la burguesíaargentina a la que gobierno tras gobierno le disponen un “blanqueo” a ver si algunavez, por un rato, es capaz de tener un piso mínimo de cuentas claras, cuando seconoce eso se descubre que entonces estos tampoco se pueden mirar en el espejode la patria. Para este sector separarse de la Historia, negarla o suprimirlatambién es una forma de liberarse de “su” Historia. La de una burguesía corta yramplona, la de del blanqueo, mesa de dinero y moratoria. El rechazo y búsquedadel “gen” argentino es un rechazo a sí mismos.

El problema es el peronismo, el problema sonlos sindicatos, el problema es descubrir quién mierda nos metió en la cabeza alos argentinos que nos merecíamos más de lo que nos merecemos. ¿Yrigoyen con su“voto universal”? ¿Perón con la dignidad obrera? ¿Menem con su desmesuraconsumista? ¿Kirchner con su asignación por hijo? ¿Los siete días de RodríguezSaa? ¿Robertito Lavagna? Así, los políticos vendrían a ser la punta del icebergde un pueblo que no conoció su merecido: la paciencia, el sacrificio, lamadurez. Valores que se desprenden ante los ojos de cualquiera que conhonestidad recorre y mira la Argentina real. Qué cosa que no sea la paciencia,el sacrificio y la madurez hacen que ese 30% de pobres no haga lo mismo quenuestros ricos: ir por todo.

Que tengan un año interesante.