Gobierno

Malvinas o el naufragio del marketing

La subestimación de la política generó otro error no forzado, como el abordaje de las tarifas.

Un rastro demasiado visible une elpantano del tarifazo con el tropiezo de Malvinas: La displicencia. Es ya unrasgo constitutivo del gobierno de Macri ese cancherismo de paño frío, quesubestima la política desde una pretendida “simpleza”, que en rigor parece pocomas que la coartada del amateur.

Los temas complejos suelen demandar abordajescomplejos que contemplen las múltiples aristas. Es incómodo, es difícil y hayque ponerle cabeza. Pero chocar contra la pared para corregir, es un pocobrutal como sistema de regulación.

Los errores además nunca son episodiosaislados, sino que se encadenan con otros acontecimientos en una dinámicapropia, que por eso los Gobiernos tratan de evitar como la peste. El fiasco deMalvinas, por ejemplo, además de su daño intrínseco, liquidó la espuma del MiniDavos y arrasó con el costoso seminario organizado por el Financial Times paravender a la Nueva Argentina.

Exponer una charla de pasillo con un mandatario extranjero y presentarlo como el inició de una negociación, es sólo un ejemplo -mas grave- de la misma displicencia que caracteriza a la administración Macri.

Fue además una polémica innecesaria,salvo que se acepte que la agenda de la canciller Susana Malcorra supera losintereses de la administración que integra. No es un secreto la extremacercanía de esta funcionaria con el Departamento de Estado, lo que sorprende esla docilidad de Macri frente a una subordinada que casi sin cuidado le marca elpaso en política internacional. Nada menos.

Revisar sin miramientos la política haciaMalvinas –uno de los pocos puntos en los que se puede hablar de un acuerdo quetrasciende los partidos- y pensar que iba a ser gratuito o peor, que iba apasar sin mayor escándalo por el simple y repetido recurso de ningunear el tema-“no exageren”, “no sean ansiosos”-, es casi una confesión de carenciaspropias, más que un ejercicio de astucia.

Exponer una apresurada charla de pasillocon un mandatario extranjero y encima, presentarlo como el inicio de unanegociación formal, es sólo un ejemplo más grave de la misma displicencia.

El agujero del mate

El círculo de decisión del Gobierno puedeseguir creyendo que inventó el agujero del mate y a nadie le cambia la vida esaconvicción. Pero hace siglos que se sabe que la política o la hacés o te lahacen. No hay grises confortables, amigables o primorosos en los que recostarse, cuando se trata de conflictos. Sobretodo en política internacional.

Malcorra actuó como la profesional que esy se apresuró a desmentir sin miramientos al Presidente, acaso en un intentopor anticiparse a una desmentida destemplada del Reino Unido, que de todas maneras llegó con puntualidad inglesa. En el camino, quedó laimagen de un presidente novato. Dicho de otra manera, creer que el ensayo yerror es gratis, es como pretender que Alí salió indemne de los 14 rounds anteFrazier, porque ganó.

Con la misma fe, que alarma a EmilioMonzó, el Gobierno se encamina a las cruciales elecciones de medio término. Esla convicción de que la suerte favorece a los justos, cándidamente expresadapor Hernán Iglesias Illa, cuando defendió el uso de la base de datos de laAnses porque era “para hacer el bien”.

Macri, ingeniero y más pragmático, hacela traducción macro de esa certeza y sostiene que la recuperación económicagarantizará las elecciones. Son dos enfoques complementarios de la misma subestimaciónde la política. O si se quiere, el superyó del PRO aportando una solución “mágica”a lo que problematiza, parafraseando al Presidente.

Pero entre tanto ensayo y error elGobierno acaso no esté percibiendo los desacoples del relato que a losponchazos va construyendo. Macri ensaya una experiencia novedosa. Discursoortodoxo, combinado con política económica nestorista que cree en atrasar eltipo de cambio y empujar el consumo como palanca de reactivación. Mismodéficit, inflación similar, el único cambio, reemplaza la emisión por elendeudamiento.

Es como un Menem al revés, que combinabaestética y estilo populista con programa económico neoliberal y en las buenasépocas le permitía sumar por arriba y por abajo. El experimento de Macri acasopueda funcionar –se verá- pero abre el riesgo de generar rechazo en ambaspuntas.

Sin embargo, Macri sabe que cuenta conuna ventaja. El último cristinismo fue tan malo, tan irracional, que losmercados le tendrán una “paciencia estratégica” a su administración. Por lomenos hasta ver si gana en el 2017 y ahí sí, empieza a hacer el ajuste queviene esquivando. Y si el año que viene acaso la economía rebota un 3 porciento y la inflación profundiza su camino descendente, Macri podría encontrarese veranito que se hace desear. Salvo, claro, que la política recaiga en sumaldita costumbre de meter la cola.