28 de marzo, 2024
El pacto de Ottavis con los bingueros y Cristóbal que indignó a Mariotto
El joven camporista se reunió con los principales bingueros de la provincia para garantizarle el control del juego mucho más allá del actual mandato, a cambio de un aporte que podrÃa alcanzar los 2000 millones. La maniobra, que evita licitaciones y fue avalada por el sciolismo, incluye el desalojo de Boldt y la entrega de sus negocios a Cristóbal López. Mariotto fue marginado del acuerdo.
Ayer por la noche en la Cámara de bingos de la provincia de Buenos Aires el clima era de festejo. Las veladas amenazas de estatización y los incómodos pedidos de informes al parecer ya son cosa del pasado: el indomable camporista José Ottavis terminó cediendo, dócil como un gatito bebe, a las razones de los poderosos barones del juego.
Y lo hizo en toda la línea. Es que la pelea del kirchnerismo con Daniel Scioli de estos meses tuvo su correlato inconfesable, como corresponde a la política argentina. El principal operador de Daniel Scioli en el mundo lúdico, el ex titular de Lotería bonaerense, Luis Alberto “Chiche” Peluso, había ideado un mecanismo para hacer más llevadera la vida de todos los involucrados, un artilugio capaz de seguir extrayendo recursos de la caja del juego, fuente de sus más profundas fantasías.
El mecanismo tiene el encanto de la sencillez: consiste en “ofrecer” a los bingueros cuyas concesiones vencen durante el actual mandato de Scioli, la maravilla de una extensión directa, sin engorrosas licitaciones, por los próximos 15 años. Es evidente que se trata de un doble atraco: por un lado se elude la libre competencia y por el otro, se escamotean recursos a futuras administraciones.
El atractivo para la provincia es obvio: volver a cobrar un canon, que crece en la medida que se extienden los años de concesión. Son 16 los bingos cuyo contrato vence en el actual mandato, de manera que según su nivel de facturación y la cantidad de años que opten por prorrogar la licencia, las sumas globales en juego van de los 300 a los 2000 millones, en caso que todos optaran por los 15 años. Suficiente para ayudar a pagar los aguinaldos. Y eso es apenas lo que figura por encima de la mesa, que más que mesa es un iceberg.
Es esta faena la que anoche terminó de aceptar el indómito Ottavis, quien luego de prometer escándalos y denuncias escalofriantes, logró que lo sienten a la mesa que los bingueros y el sciolismo habían tendido antes de su desembarco en la Legislatura como vicepresidente y líder –hoy averiado pero opulento- de la franquicia bonaerense de La Cámpora.
Cuando empezaron a aparecer los pedidos de informes de Ottavis sobre el “estado” del juego en la provincia –bajo la excusa del caso Boldt-, los bingueros entendieron el mensaje: un nuevo comensal pedía ser incluido en el festín. Y actuaron con el profesionalismo que los caracteriza. Dos hombres fueron centrales en el reacomodamiento.
Zares y tanos
Semanas atrás un movimiento profundo en el mundo del juego anticipó el acuerdo, movimiento que como suele suceder con todo lo importante, paso casi desapercibido. La multinacional española Codere -que maneja el 46% del juego bonaerense y por su habilidad para los milagros ha logrado estar lejos de los reflectores-, reemplazó a su CEO local, el hijo de radicales Alberto González del Solar por el peronista “picante” Héctor Luna.
Se trató de un movimiento en apariencia extraño porque Luna había sido expulsado de la empresa del ex candidato a concejal del Partido Popular, el madrileño José Antonio Martínez Sampedro. La repatriación de Luna fue una decisión consensuada con uno de los dos protagonistas no visibles de esta trama: Daniel “El Tano” Angelici, a la sazón, presidente de Boca Juniors, macrista y dueño del 30 % del juego bonaerense con sus bingos.
Angelici es uno de los contactos de más alto nivel que trabajan el entendimiento entre Daniel Scioli y Mauricio Macri, posee además un interesante lote de diputados nacionales así como legisladores bonaerenses y porteños. “El Tano” hizo comprender a los Martínez Sampedro que los nuevos tiempos camporistas requerían trabajar con mayor precisión el mundo peronista y opositor, para tejer una malla política que permitiera la supervivencia del negocio.
El regreso de Luna, definido por quienes lo conocen como un negociador “áspero” pero eficaz, no estuvo exento de polémica: su llegada a Codere implicó la traumática salida del histórico lobbysta de la firma en el país, Juan Pablo Peredo, un hombre muy cercano al sciolismo que se fue no sin antes interponer una demanda millonaria en dólares.
El otro artífice de este entendimiento es el poderoso zar del juego Cristóbal López, quien ya posee al menos tres bingos en la provincia de Buenos Aires. Hace poco sumó al bingo de Polvorines, la compra de las casas de juego de Avellaneda y Florencio Varela, por las que habría pagado unos u$s 220 millones. Apenas la punta de lanza de un plan mucho más ambicioso.
Los planes del zar
En la reunión con los bingueros Ottavis planteó una exigencia: “Hay que sacar a Boldt de la provincia”. Si bien a simple vista parecería que la demanda es un tributo a la embestida de Amado Boudou –socio de Ottavis- contra la firma de la familia Tabanelli, lo cierto es que ambos vicepresidentes habrían llegado a un provechoso entendimiento con Cristóbal López, que une lo necesario con lo agradable.
Se entiende: los casilleros que se pretende desaloje Boldt deberían ser ocupados por el dueño del aceite de oliva Indaló. La primera muestra –como reveló La Política Online- es la concesión del control de las apuestas online que hoy esta en manos de Boldt y vence en noviembre. Scioli ya dio muestras de para donde soplan los nuevos vientos, al permitir que Carlos Gallo, un oscuro funcionario de Lotería, redactara un pliego de licitación a la medida de Cristóbal.
El año próximo la embestida debería completarse con las licitaciones de las otras dos patas del negocio de Boldt en la provincia: el casino Trilenium de Tigre y la explotación de los tragamonedas de los casinos de la provincia en la costa.
Es decir que en la elástica concepción administrativista del sciolismo, Ottavis y una parte de la oposición, las licitaciones públicas sólo se aplican a los caídos en desgracia. Para los amigos nada como una extensión directa y bonachona de las concesiones.
Como se ve, la magia del juego permite unir intereses tan diversos como los de Scioli, Macri y La Cámpora. Una auténtica transversalidad o en términos más académicos, una de esas deseadas “políticas de Estado” que caracterizan a las naciones desarrolladas.
En esta faena Ottavis contó con la inestimable ayuda de un viejo mentor: el radical Roberto Porcaro, quien suele jactarse de su diálogo directo con la Presidenta. Fue este hábil operador con base en Necochea y Corrientes quien sumó a Ottavis al protokirchnerismo en los lejanos tiempos de Compromiso K. Lo conocía de sus épocas en Corrientes, cuando el hoy líder camporista trabajaba para el intendente de Monte Caseros. De allí, que en la organización de Máximo Kirchner se refieran con desprecio a Ottavis como “el radical”.
Porcaro, entre innumerables intereses que concilia cada día, supo tejer una sólida relación con los bingueros bonaerenses y al parecer fue clave para lograr el allanamiento de su pupilo a esos intereses.
Pero en toda historia que se precie tiene que haber además de un ganador y una víctima, una traición. Quizás esto explique la furia que por estas horas embarga al vicegobernador Gabriel Mariotto, que observa azorado el arco voltaico que Ottavis y Scioli construyeron sobre su cabeza.
Y lo hizo en toda la línea. Es que la pelea del kirchnerismo con Daniel Scioli de estos meses tuvo su correlato inconfesable, como corresponde a la política argentina. El principal operador de Daniel Scioli en el mundo lúdico, el ex titular de Lotería bonaerense, Luis Alberto “Chiche” Peluso, había ideado un mecanismo para hacer más llevadera la vida de todos los involucrados, un artilugio capaz de seguir extrayendo recursos de la caja del juego, fuente de sus más profundas fantasías.
El mecanismo tiene el encanto de la sencillez: consiste en “ofrecer” a los bingueros cuyas concesiones vencen durante el actual mandato de Scioli, la maravilla de una extensión directa, sin engorrosas licitaciones, por los próximos 15 años. Es evidente que se trata de un doble atraco: por un lado se elude la libre competencia y por el otro, se escamotean recursos a futuras administraciones.
El atractivo para la provincia es obvio: volver a cobrar un canon, que crece en la medida que se extienden los años de concesión. Son 16 los bingos cuyo contrato vence en el actual mandato, de manera que según su nivel de facturación y la cantidad de años que opten por prorrogar la licencia, las sumas globales en juego van de los 300 a los 2000 millones, en caso que todos optaran por los 15 años. Suficiente para ayudar a pagar los aguinaldos. Y eso es apenas lo que figura por encima de la mesa, que más que mesa es un iceberg.
Es esta faena la que anoche terminó de aceptar el indómito Ottavis, quien luego de prometer escándalos y denuncias escalofriantes, logró que lo sienten a la mesa que los bingueros y el sciolismo habían tendido antes de su desembarco en la Legislatura como vicepresidente y líder –hoy averiado pero opulento- de la franquicia bonaerense de La Cámpora.
Cuando empezaron a aparecer los pedidos de informes de Ottavis sobre el “estado” del juego en la provincia –bajo la excusa del caso Boldt-, los bingueros entendieron el mensaje: un nuevo comensal pedía ser incluido en el festín. Y actuaron con el profesionalismo que los caracteriza. Dos hombres fueron centrales en el reacomodamiento.
Zares y tanos
Semanas atrás un movimiento profundo en el mundo del juego anticipó el acuerdo, movimiento que como suele suceder con todo lo importante, paso casi desapercibido. La multinacional española Codere -que maneja el 46% del juego bonaerense y por su habilidad para los milagros ha logrado estar lejos de los reflectores-, reemplazó a su CEO local, el hijo de radicales Alberto González del Solar por el peronista “picante” Héctor Luna.
Se trató de un movimiento en apariencia extraño porque Luna había sido expulsado de la empresa del ex candidato a concejal del Partido Popular, el madrileño José Antonio Martínez Sampedro. La repatriación de Luna fue una decisión consensuada con uno de los dos protagonistas no visibles de esta trama: Daniel “El Tano” Angelici, a la sazón, presidente de Boca Juniors, macrista y dueño del 30 % del juego bonaerense con sus bingos.
Angelici es uno de los contactos de más alto nivel que trabajan el entendimiento entre Daniel Scioli y Mauricio Macri, posee además un interesante lote de diputados nacionales así como legisladores bonaerenses y porteños. “El Tano” hizo comprender a los Martínez Sampedro que los nuevos tiempos camporistas requerían trabajar con mayor precisión el mundo peronista y opositor, para tejer una malla política que permitiera la supervivencia del negocio.
El regreso de Luna, definido por quienes lo conocen como un negociador “áspero” pero eficaz, no estuvo exento de polémica: su llegada a Codere implicó la traumática salida del histórico lobbysta de la firma en el país, Juan Pablo Peredo, un hombre muy cercano al sciolismo que se fue no sin antes interponer una demanda millonaria en dólares.
El otro artífice de este entendimiento es el poderoso zar del juego Cristóbal López, quien ya posee al menos tres bingos en la provincia de Buenos Aires. Hace poco sumó al bingo de Polvorines, la compra de las casas de juego de Avellaneda y Florencio Varela, por las que habría pagado unos u$s 220 millones. Apenas la punta de lanza de un plan mucho más ambicioso.
Los planes del zar
En la reunión con los bingueros Ottavis planteó una exigencia: “Hay que sacar a Boldt de la provincia”. Si bien a simple vista parecería que la demanda es un tributo a la embestida de Amado Boudou –socio de Ottavis- contra la firma de la familia Tabanelli, lo cierto es que ambos vicepresidentes habrían llegado a un provechoso entendimiento con Cristóbal López, que une lo necesario con lo agradable.
Se entiende: los casilleros que se pretende desaloje Boldt deberían ser ocupados por el dueño del aceite de oliva Indaló. La primera muestra –como reveló La Política Online- es la concesión del control de las apuestas online que hoy esta en manos de Boldt y vence en noviembre. Scioli ya dio muestras de para donde soplan los nuevos vientos, al permitir que Carlos Gallo, un oscuro funcionario de Lotería, redactara un pliego de licitación a la medida de Cristóbal.
El año próximo la embestida debería completarse con las licitaciones de las otras dos patas del negocio de Boldt en la provincia: el casino Trilenium de Tigre y la explotación de los tragamonedas de los casinos de la provincia en la costa.
Es decir que en la elástica concepción administrativista del sciolismo, Ottavis y una parte de la oposición, las licitaciones públicas sólo se aplican a los caídos en desgracia. Para los amigos nada como una extensión directa y bonachona de las concesiones.
Como se ve, la magia del juego permite unir intereses tan diversos como los de Scioli, Macri y La Cámpora. Una auténtica transversalidad o en términos más académicos, una de esas deseadas “políticas de Estado” que caracterizan a las naciones desarrolladas.
En esta faena Ottavis contó con la inestimable ayuda de un viejo mentor: el radical Roberto Porcaro, quien suele jactarse de su diálogo directo con la Presidenta. Fue este hábil operador con base en Necochea y Corrientes quien sumó a Ottavis al protokirchnerismo en los lejanos tiempos de Compromiso K. Lo conocía de sus épocas en Corrientes, cuando el hoy líder camporista trabajaba para el intendente de Monte Caseros. De allí, que en la organización de Máximo Kirchner se refieran con desprecio a Ottavis como “el radical”.
Porcaro, entre innumerables intereses que concilia cada día, supo tejer una sólida relación con los bingueros bonaerenses y al parecer fue clave para lograr el allanamiento de su pupilo a esos intereses.
Pero en toda historia que se precie tiene que haber además de un ganador y una víctima, una traición. Quizás esto explique la furia que por estas horas embarga al vicegobernador Gabriel Mariotto, que observa azorado el arco voltaico que Ottavis y Scioli construyeron sobre su cabeza.
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