En el preciso momento que se confirmaba que por primera vez en ocho años el país entraba en déficit, cuando el dólar paralelo se disparaba casi a los 4,5 pesos subiendo 10 puntos en cinco días, cuando los cancilleres de toda la región, reunidos en Buenos Aires advertían sobre una posible recesión global, los líderes de la oposición se entretenían “denunciando” un fraude electoral que sin embargo, aclaraban, no cambiaba en nada el resultado de la elección (Sic).

Nunca como ahora quedó tan patente el divorcio de gruesos sectores de la oposición y la sociedad. Por si hacía falta buscar alguna explicación a su paupérrimo resultado electoral, ellos se encargaron de desplegar los motivos que provocaron el destrato que sufrieron en las urnas.

Tan inconsistente es este nuevo melodrama que no supera el más elemental interrogante. Dicho de otra manera: ¿En que consiste este extravagante fraude kirchnerista que le sirve para estirar victorias aplastantes como la de las primarias, pero no para evitar derrotas como la del 2009? Sería como un fraude módico de golosos en los triunfos, que sin embargo aceptan con estoicismo las derrotas.

Misma sensación de extrañeza que causa observar a los hermanos Rodríguez Saá proponiendo la “boleta única” –nueva bandera de una oposición sin rumbo-, esa que se cuidan de aplicar en su querida San Luis, donde por otro lado sería interesante consultar a la oposición puntana sobre las pasiones democráticas y la pureza electoral de estos gobernantes que años atrás llegaron a la desmesura de “crear” una intendencia paralela en la capital provincial, cuando la oposición cometió el pecado de ganarla. Aclaración: cualquier comparación con Chávez y el alcalde de Caracas es pura maldad camporista.

Igual de exótico resulta observar al duhaldismo quejándose de las mañas de los intendentes y punteros del Conurbano, que son…¡Los mismos! Que sostuvieron sus años de esplendor en la política, cuando su comportamiento electoral le resultaba a Duhalde propio de caballeros ingleses.

Desconcierta ver a la sólida Graciela Camaño protestando ante el juez Manuel Blanco. Y sin caer en la chicana de recordar las urnas quemadas de Catamarca o la democracia interna que practican los gremios la CGT Azul y Blanca que conduce Luis Barrionuevo –donde si se aplica la boleta única-, lleva a preguntarse que le paso a tan lúcida dirigente para quedar entrampada en una estrategia derrotista.

Porque si la distancia de la Presidenta con sus rivales fue de 38 puntos ¿Qué es lo que está buscando la oposición en los tribunales? ¿No sería mas razonable preguntarse sino llegó la hora de revisar el discurso, los candidatos, la inexplicable compulsión por fragmentarse? Es decir ¿No habrá llegado el momento de empezar a construir una opción de poder real, no una que se indigne frente a los micrófonos en las escaleras de los juzgados?

Los peores reflejos del denuncismo mediático que supieron cultivar el Frepaso y Carrió ahora se extiende a peronistas curtidos en el manejo del poder. Sorprende que no les motive una mínima reflexión la parábola de esas fuerzas que conmovieron al país con grandilocuentes escándalos, para terminar borradas del mapa político, implosionando en su propia incapacidad de ofrecer a la sociedad una alternativa de gobierno real. Esta demasiado claro que después de la Alianza, la sociedad puso un nuevo filtro excluyente en la política: Primero garantizame que podes gobernar, después discutimos cual es mejor. Y está bien.

El “escándalo” del fraude repite la dinámica que caracterizó el debate de la ley de medios o la estatización de las AFJP: mucha denuncia amplificada de actores menores que buscan prensa, títulos dramáticos que no se respaldan en los textos, y toda la parafernalia puesta al servicio de dramas artificiosos, que la sociedad indiferente, se sacude como quien se quita una pelusa del hombro. Mismos métodos mismas derrotas.

La discusión de los jueces

En ese berenjenal se cruzan peleas reales. Como la de los jueces electorales María Servini de Cubría y Manuel Blanco, a quien el ministro Florencio Randazzo puenteó para acordar con la Cámara Nacional Electoral. La ley de primarias les quita a esos magistrados atribuciones y recursos para cedérselos a sus superiores. Es decir, les sustrajo poder y dinero que manejaban hace décadas a discreción.

Si se leyera atentamente lo que están diciendo esos jueces se vería que su crítica apunta a lo instrumental, a la falta de “planificación”, a la precariedad burocrática que endilgan a Randazzo. No hablan de fraude sino de desorganización, lo que dicen es: “Cuando lo hacíamos nosotros salía mejor”.

Por eso, el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, se apresuró a poner paños fríos en la polémica. No fue una señal de alineamiento con la Casa Rosada, sino que buscó arbitrar en la pulseada subterránea que libran dos instancias del poder que le toca conducir. Fue una manera de decir: “todo bien que discutan espacios de poder, pero que no lo transformemos en un escándalo institucional”.

De manera que una vez más la oposición se aferra a la manija de un colectivo que no sabe a donde se dirige, ni en que contribuye a su declarada intención de derrotar al kirchnerismo. Y lo hace –como entonces- por el simple hecho de que al menos garantiza la simpatía de la “prensa”, o porque sencillamente no se les ocurre que otra cosa hacer. Lo notable es que ya sabe a que estación conduce ese atajo, que insisten en tomar.