24 de abril, 2024
Las incógnitas del peronismo sin Kirchner
Cristina deberá confirmar cuanto antes si busca su reelección, ya que es la única figura capaz de unir al PJ oficial y la CGT con la militancia social cercana a la Rosada. El Peronismo Federal, cuya bandera fue la guerra contra el ex presidente, tendrá que reformular la estrategia. Reflotan las versiones de unidad detrás de las figuras de Daniel Scioli y Carlos Reutemann.
Hasta esta mañana, el volátil escenario electoral, confuso por una reforma política nunca reglamentada, tenía un eje inamovible: Néstor Kirchner. Su figura generaba odios y rechazos y lograba agrupar a sectores bien disímiles para apoyarlo o rechazarlo.
Desechadas estas dos alternativas, el peronismo, representado en los papeles por los gobernadores y los intendentes que lo profesan, volvió a ser eje de alquimias electorales de oficialistas y opositores, motes que, sin Kirchner, también quedaron desdibujados.
Para Ricardo Rouvier, la muerte del ex presidente obligará a Cristina Kirchner a acelerar el proceso reeleccionista. “Cualquier otra alternativa constituye un desvío de los objetivos que Kirchner inició en 2003. Sería una transgresión”, consideró.
Esa desvío, considera Rouvier, alteraría sobre todo a las organizaciones sociales que siguen la figura de Kirchner pese a sus diferencias con otros aliados de la Casa Rosada, como la CGT y algunos gobernantes del PJ clásico, más fóbicos a los movimientos de izquierda.
Esa endeble alianza se vio sacudida al menos con el choque entre trabajadores tercerizados y los ferroviarios, un gremio emblema del peronismo conservador que acompañó a Carlos Menem. Un dato: poco después del suceso, Hebe de Bonafini fue a ver a Cristina a la Casa Rosada.
“Es clave que Cristina decida cuanto antes sobre su reelección. Sólo si se baja, que no creo, alentaría otras opciones en el peronismo. Pero no sería en términos de continuidad”, agregó Rouvier.
La candidatura de la presidenta ya era fogoneada por gobernadores e intendentes desgastados de la presión de Kirchner. Lo justificaban con encuestas que la mostraban con más posibilidades que su esposo de triunfar en una segunda vuelta.
Los dilemas de la oposición peronista
El mayor dilema, tal vez, lo tendrá el peronismo federal, surgido durante el enfrentamiento entre el Gobierno y el campo con el rechazo a la figura de Néstor Kirchner como máximo emblema.
Ya sea los cuatro presidenciales del sector (Felipe Solá, Alberto Rodríguez Saá, Mario Das Neves y Eduardo Duhalde) como sus principales aliados (Juan Carlos Romero, Ramón Puerta y Adolfo Rodríguez Saá, basaron su prédica electoral en que Kirchner maneja los destinos del país y hubiera seguido haciéndolo con él y su esposa en la Rosada hasta 2015.
Con esa tesis bajo los escombros, deberán definir si siguen su camino en busca de un buen resultado, tarea que ya venía dificultosa, o si insisten en convencer a Daniel Scioli para que se decida a pelear por la presidencia, ahora sin Kirchner como amenaza.
¿Y Carlos Reutemann? Al senador santafesino lo descartan para la presidencia por su propia negativa. Pero todo el que haya logrado indagar un poco más entre sus misterios asegura que si había un motivo por el cual se negaba a pelear por llegar a la Casa Rosada era una posible campaña sucia alentada por Kirchner. No faltará quien quiera indagarlo ahora, cuando, sin Néstor, los conciliadores del peronismo tendrán una esperanza de mejorar su hasta ahora infructuosa labor.
El peso de los gobernadores
Para Carlos Fara, el peronismo federal podrá seguir su ruta en marzo, ya apaciguado el duelo por su ex enemigo, con un discurso renovado. “El peronismo disidente no murió con Kirchner, sino que se va a mantener, pero ahora no como contraposición a la persona de Kirchner y a su forma de conducción, sino al kirchnerismo, al modelo del Gobierno ahí medio que se contradice el tipo”, señaló.
“Ahora se va a vivir un momento de calma, pero la pelea se va a dejar para fines de febrero o marzo. Hay que tener en cuenta que el peronismo es muy pragmático y que si ven una embestida contra Cristina pueden cerrar filas”, presagió Fara.
Más que nunca el papel de los gobernadores y los intendentes del conurbano será clave. Son los hacedores de los votos que definen la elección presidencial y a quienes Kirchner, más que Cristina, logró dominar sólo con la amenaza de no girarle recursos. El propio Scioli fue víctima de esa represalia, que pocos imaginan tomada directamente por la presidenta.
Fue el ex presidente quien en junio frenó una embestida de los gobernadores liderada por el salteño Juan Manuel Urtubey para exigir coparticipar los excedentes de la recaudación, una caja preciada por Kirchner en su tarea de definir el gasto público, que ejerció de modo personal. La refinanciación de las deudas y otros compromisos dejó en el olvido esa propuesta.
El último gesto que logró Kirchner de algunos de ellos fue cuando salieron a coro a identificarlo como el candidato natural del PJ, clara respuesta a los titubeos de Scioli sobre su candidatura presidencial, pedida ya sin disimulos por peronistas díscolos como Francisco De Narváez y Eduardo Duhalde. Jorge Capitanich (Chaco), Sergio Uribarri (Entre Ríos) y José Luis Gioja (San Juan) lideraron esa ratificación, ejecutada por la agencia oficial Telam.
Unas semanas antes había reunido a 14 gobernadores en Santa Cruz para respaldar al mandatario local Daniel Peralta, sacudido por el fallo de la Corte Suprema que pidió intervenir la provincia. No le fue fácil: Scioli y Urtubey le exigieron que no hablara mal de máximo tribunal.
El salteño es otro de los que viene amenazando por lo bajo con participar de la presidencial después de asegurarse la reelección en su provincia. Lo alientan algunos intendentes bonaerenses como Sergio Massa, de Tigre. Otra foto que cambió: si Scioli se define a ir por la presidencia con un peronismo unido y ya sin un Kirchner vengativo, Massa es el mejor candidato del peronismo para retener la gobernación de Buenos Aires, un tesoro que el PJ no quiere regalar.
Todas esas disyuntivas deberán resolverse en los próximos meses y marcarán el futuro del peronismo, tan incierta como determinante para la política argentina.
Desechadas estas dos alternativas, el peronismo, representado en los papeles por los gobernadores y los intendentes que lo profesan, volvió a ser eje de alquimias electorales de oficialistas y opositores, motes que, sin Kirchner, también quedaron desdibujados.
Para Ricardo Rouvier, la muerte del ex presidente obligará a Cristina Kirchner a acelerar el proceso reeleccionista. “Cualquier otra alternativa constituye un desvío de los objetivos que Kirchner inició en 2003. Sería una transgresión”, consideró.
Esa desvío, considera Rouvier, alteraría sobre todo a las organizaciones sociales que siguen la figura de Kirchner pese a sus diferencias con otros aliados de la Casa Rosada, como la CGT y algunos gobernantes del PJ clásico, más fóbicos a los movimientos de izquierda.
Esa endeble alianza se vio sacudida al menos con el choque entre trabajadores tercerizados y los ferroviarios, un gremio emblema del peronismo conservador que acompañó a Carlos Menem. Un dato: poco después del suceso, Hebe de Bonafini fue a ver a Cristina a la Casa Rosada.
“Es clave que Cristina decida cuanto antes sobre su reelección. Sólo si se baja, que no creo, alentaría otras opciones en el peronismo. Pero no sería en términos de continuidad”, agregó Rouvier.
La candidatura de la presidenta ya era fogoneada por gobernadores e intendentes desgastados de la presión de Kirchner. Lo justificaban con encuestas que la mostraban con más posibilidades que su esposo de triunfar en una segunda vuelta.
Los dilemas de la oposición peronista
El mayor dilema, tal vez, lo tendrá el peronismo federal, surgido durante el enfrentamiento entre el Gobierno y el campo con el rechazo a la figura de Néstor Kirchner como máximo emblema.
Ya sea los cuatro presidenciales del sector (Felipe Solá, Alberto Rodríguez Saá, Mario Das Neves y Eduardo Duhalde) como sus principales aliados (Juan Carlos Romero, Ramón Puerta y Adolfo Rodríguez Saá, basaron su prédica electoral en que Kirchner maneja los destinos del país y hubiera seguido haciéndolo con él y su esposa en la Rosada hasta 2015.
Con esa tesis bajo los escombros, deberán definir si siguen su camino en busca de un buen resultado, tarea que ya venía dificultosa, o si insisten en convencer a Daniel Scioli para que se decida a pelear por la presidencia, ahora sin Kirchner como amenaza.
¿Y Carlos Reutemann? Al senador santafesino lo descartan para la presidencia por su propia negativa. Pero todo el que haya logrado indagar un poco más entre sus misterios asegura que si había un motivo por el cual se negaba a pelear por llegar a la Casa Rosada era una posible campaña sucia alentada por Kirchner. No faltará quien quiera indagarlo ahora, cuando, sin Néstor, los conciliadores del peronismo tendrán una esperanza de mejorar su hasta ahora infructuosa labor.
El peso de los gobernadores
Para Carlos Fara, el peronismo federal podrá seguir su ruta en marzo, ya apaciguado el duelo por su ex enemigo, con un discurso renovado. “El peronismo disidente no murió con Kirchner, sino que se va a mantener, pero ahora no como contraposición a la persona de Kirchner y a su forma de conducción, sino al kirchnerismo, al modelo del Gobierno ahí medio que se contradice el tipo”, señaló.
“Ahora se va a vivir un momento de calma, pero la pelea se va a dejar para fines de febrero o marzo. Hay que tener en cuenta que el peronismo es muy pragmático y que si ven una embestida contra Cristina pueden cerrar filas”, presagió Fara.
Más que nunca el papel de los gobernadores y los intendentes del conurbano será clave. Son los hacedores de los votos que definen la elección presidencial y a quienes Kirchner, más que Cristina, logró dominar sólo con la amenaza de no girarle recursos. El propio Scioli fue víctima de esa represalia, que pocos imaginan tomada directamente por la presidenta.
Fue el ex presidente quien en junio frenó una embestida de los gobernadores liderada por el salteño Juan Manuel Urtubey para exigir coparticipar los excedentes de la recaudación, una caja preciada por Kirchner en su tarea de definir el gasto público, que ejerció de modo personal. La refinanciación de las deudas y otros compromisos dejó en el olvido esa propuesta.
El último gesto que logró Kirchner de algunos de ellos fue cuando salieron a coro a identificarlo como el candidato natural del PJ, clara respuesta a los titubeos de Scioli sobre su candidatura presidencial, pedida ya sin disimulos por peronistas díscolos como Francisco De Narváez y Eduardo Duhalde. Jorge Capitanich (Chaco), Sergio Uribarri (Entre Ríos) y José Luis Gioja (San Juan) lideraron esa ratificación, ejecutada por la agencia oficial Telam.
Unas semanas antes había reunido a 14 gobernadores en Santa Cruz para respaldar al mandatario local Daniel Peralta, sacudido por el fallo de la Corte Suprema que pidió intervenir la provincia. No le fue fácil: Scioli y Urtubey le exigieron que no hablara mal de máximo tribunal.
El salteño es otro de los que viene amenazando por lo bajo con participar de la presidencial después de asegurarse la reelección en su provincia. Lo alientan algunos intendentes bonaerenses como Sergio Massa, de Tigre. Otra foto que cambió: si Scioli se define a ir por la presidencia con un peronismo unido y ya sin un Kirchner vengativo, Massa es el mejor candidato del peronismo para retener la gobernación de Buenos Aires, un tesoro que el PJ no quiere regalar.
Todas esas disyuntivas deberán resolverse en los próximos meses y marcarán el futuro del peronismo, tan incierta como determinante para la política argentina.
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http://arnews.wordpress.com/2007/01/15/cuando-italo-luder-pidio-la-expulsion-de-kirchner-del-pj/