Elecciones 2015
Horóscopo chino: Enfriar la política para ordenar la economía
Por Martín Rodríguez
"Disputarás el centro", es el mantra del momento. Miramos a nuestros candidatos y decimos: "Ponele".

 ¿Qué es lo primero que vale la pena valorar frente una elección? Si es capaz de representar lo que está en juego. Miramos a nuestros candidatos nacionales de este 2015 y decimos: ponele. ¿Y qué está en juego en esta elección? El gobierno (que nos guste o no es el Estado) tiene, con la ayuda china y demás cosas, la economía atada hasta diciembre, y lo que viene estará expresado en la primera hipótesis de un país sin Cristina en el timón: enfriar la política para ordenar la economía.

Venga quien venga hereda más que un modelo económico un sistema de gobernabilidad donde el Estado se hizo más grande (no hay orden sin AUH o jubilaciones), el poder ejecutivo tiene más poder (se quebró la autonomía del Banco Central, se nacionalizó YPF), la política se hizo más autónoma (se acabó el verso de las tapas de Clarín que voltean gobiernos). Es más: no se empoderó la sociedad para resistir un giro liberal, se empoderó el Estado. De modo que el que llegue a la Casa Rosada encontrará una capacidad instalada de recursos ejecutivos mayor. El poder queda en la política con una sola condición: si no se ejerce, se pierde.

Y si este es el cuadro intenso: ¿por qué Scioli, Macri o Massa son los candidatos? ¿Porque se parecen más a la sociedad de consumo anhelada en la utopía de una economía de mercado interno que a la superestructura del relato? ¿Porque son políticos para los que no les gusta la política? ¿Porque ofrecen una política y una economía un poco más atendida por sus dueños (Macri en representación de los dueños de la economía, Scioli en representación de la estructura peronista clásica)? Scioli y Macri (Massa tiene un perfil más “agresivo” y “autónomo”) se muestran como políticos de “unidad”, haciéndose eco de los que suponen que la sociedad funciona unida (no como la política). O que la política desune lo que Natura une.

Pero a este ritmo, con o sin Zannini, los candidatos se están disputando el centro. No parece haber dos polos tironeando para izquierda o derecha las mayorías, sino la consumación de que cada polo ya tiene su minoría intensa y ahora necesitan captar un plus de votos. Al economista Ricardo Aronskind le gusta decir que si fuera capaz de medirse el promedio ideológico argentino, ese promedio no daría Cristina ni kirchnerismo. “Demasiado pronto para opinar”, como suele recordar el sociólogo Tomás Borovinsky que dijo Zhou Enlai creyendo que le preguntaban por el Mayo Francés cuando le preguntaron por la Revolución Francesa en los años 70. Demasiado pronto para opinar si esa sociedad, originalmente a la derecha de Kirchner (diez años atrás), sigue siendo “la misma sociedad” (diez años después).

“¿Crisis de partidos? ¿Qué partidos?”

Primera certeza: la Argentina curó su “crisis de representación” con liderazgo político y economía en crecimiento, ¿y los partidos? La “economía para todos” del kirchnerismo inicial permitió simultáneamente una agenda de atención a las demandas de las minorías hasta que hubo cuello de botella: “puedo tener el sexo que quiero pero no puedo tener los dólares que quiero”. El kirchnerismo articuló economía de mayorías con política de minorías, vendió autos y televisó semiótica, pero la cosa camina si se siguen vendiendo autos. Visto de lejos, por eso disputó con Clarín. Como decía Kirchner: me votan los que lo leen.

Scioli siempre representó a ese lector de Clarín (un diario que hasta 2008 parecía más el suplemento político de la revista de ofertas de Frávega que un matutino “crítico”). En definitiva: no es que la política divida, es que, como la política representa en un sentido casi exhaustivo, es imposible una política de la “perfecta unidad”. Gobernar es dividir por naturaleza. Representar es elegir a quién. Aunque después Malvinas, el Bicentenario o la AUH nos hagan cantar la misma canción con todos.

Pero muchos sostienen (pese al canto de sirenas radical) que sigue en crisis el sistema de partidos. Agregaría en eso, que lo que funcionó hasta ahora fue el peronismo como sub-sistema. Desde 1989 ofrece revolución conservadora, Miami, achicar el Estado, restaurar el Estado, Pekín, populismo. Y un subsistema porque es capaz de poner a dos peronistas a mayor distancia que la que tiene un peronista con un no peronista. Miremos. Las elecciones legislativas del kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires fueron las batallas electorales más cruentas por el poder, es decir, por la Bastilla de la República Real: el peronismo bonaerense. En 2005 contra Duhalde, en 2009 contra los disidentes De Narváez y Solá, en 2013 contra el renovador Massa. A la vez fue buen lector de sus derrotas: de las dos sacó “agenda”. En 2009 la AUH. Y en 2013 los temas negados: inflación, inseguridad, retraso cambiario.

“Serás lo que debas ser”

¿Es posible saber qué quiere la sociedad prescindiendo de consultoras, encuestas y la industria del ruido? El dilema “continuidad o ruptura” evita enfrentarnos a la evidencia de que estamos ante una elección conservadora que ofrece un candidato (en principio) no peronista con ciertas chances de ganar, pero en el perfil de todos los candidatos un cambio de estilo político. ¿La economía? “Desarrollo” es la palabra bíblica que repiten todos. Pero nadie dice lo que hará (restricción externa, deuda, cepo, inflación), más bien las dudas son políticas: los kirchneristas se preguntan qué harán si gana Scioli, los peronistas se preguntan qué harán si gana Macri. El camino electoral es un camino de caza y recolección: nadie termina siendo el mismo que cuando empezó. A pesar de sus pistas biográficas y trayectorias, así lo supimos con Perón, Alfonsín, Menem, Kirchner o Cristina: en democracia gobernar es ser otro.

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