Cambiemos
Emilio Monzó y su impacto en el círculo rojo
Por Luciano H. Elizalde
Los planteos de Monzó muestran un problema de liderazgo político de Macri y fallas en la construcción de un partido.

Hasta hace unas semanas, el presidente de la Cámara de Diputados, Emilió Monzó, se había presentado “en sociedad” como una persona componedora, de perfil público más vale bajo, con muchas menos estridencias a la hora de hablar en público que su par, el senador Federico Pinedo, identificado como uno de los principales voceros del PRO y de Cambiemos.

El planteo de Monzó en las diferentes apariciones públicas de las últimas semanas, introduce tres problemas interrelacionados en la alianza Cambiemos:

En primer lugar, está mostrando un problema de liderazgo político del presidente Mauricio Macri y problemas en la construcción de un nuevo partido, en el contexto de un país sin partidos políticos. ¿Puede haber partidos políticos en la Argentina actual? ¿Son necesarios los partidos políticos? Las palabras de Monzó son un reconocimiento de que el PRO no es aún un partido político sino una construcción jurídica o una marca política que generó expectativas pero que puede disolverse cuando estas expectativas se diluyan. El liderazgo del Presidente se está poniendo a prueba recién ahora cuando los indicadores de mejora no aparecen. El problema es saber si esto es el resultado de un tratamiento que nos lleva a que antes de mejorar debemos empeorar, o si hay un rumbo equivocado en el Gobierno. Sólo el Presidente podrá decidir esto ya que es el único que tiene verdaderamente llegada a la ciudadanía (Vidal es un producto de Macri y sin él sería muy difícil ese liderazgo).

En segundo lugar, Monzó reclama que no se abandone la “política territorial” por una “política de relación directa la gente” que trata de hacer el Gobierno, aplicando una receta que sirvió en algún momento. Teniendo en cuenta la experiencia de Monzó, parecería no estar despreciando esta política de relacionamiento directo, tal como lo ha venido haciendo el PRO desde sus comienzos. Más bien, estaría diciendo algo del dicho popular alemán: “no tirar el niño con el agua del baño”. ¿Por qué dejar el trabajo territorial por el timbreo? Monzó está diciendo que no se podrá llegar a los objetivos de Cambiemos sin los dirigentes, sin aquellos que saben cómo pasar estos momentos de incertidumbre que está viviendo el gobierno. La dirigencia tiene que cambiar, pero el proceso de cambio no puede ser la de desecharla porque no habría quién tome decisiones fundadas y prudentes.

Finalmente, las palabras del diputado ponen mucha tensión entre marketing político y construcción política en la gestión del poder del Estado. Monzó, un hombre práctico de la política municipal de la provincia de Buenos Aires, sabe que no se puede hacer “comunicacionismo”. No es la comunicación lo que resuelve todos los problemas. Sólo algunos, importantes, pero solamente algunos pocos. No es posible aún la digitalización de la política. Aún no llegó el momento para una “psicopolítica” porque tampoco estamos en el “enjambre” como piensa el filósofo Byung-Chul Han. La política en la Argentina aún depende de los acuerdos cercanos, de pensar en lo que quiere el otro para conseguir apoyo, de las relaciones de confianza y de las promesas personales. La relación de los líderes con la gente sin la dinámica de partidos políticos (proceso que se venía preparando desde antes pero que emergió con la crisis de 2001), sin la intermediación política, produce los resultados que tuvo Daniel Scioli. Se veía a sí mismo como un producto de la comunicación pública y entonces, creía que esta relación directa con el público le bastaría para las principales decisiones estratégicas. Sin embargo no pudo ni siquiera intervenir en la elección de los compañeros de formula.

La discusión entre la postura de Jaime Duran Barba a partir de su interpretación del comportamiento electoral y la visión de Emilio Monzó esconde la verdadera discusión de la democracia y el sistema de representación política frente al nuevo sistema de medios basado en la digitalización y en la conectividad. Para la lógica de Duran Barba los representantes políticos son barreras, mientras que para la de Monzó son medios y puertas de acceso.

Antes de terminar, hay que reconocer, además, que el resultado residual de las declaraciones es la presentación de un dirigente nuevo, que habla con estilo campechano, directo, creíble, “normal”, que establece por primera vez un sentido crítico y prospectivo de la gestión política sin obsecuencia y con capacidad de sumar. Menos mal que el PRO no tiene camporistas, sino la sociedad se perdería una voz que con inteligencia plantea un buen presente y un futuro mejor.

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