Pocos días después de que el FBI en un operativo "hollywodense" detuviera a los directivos de la poderosa FIFA, la Iglesia Católica anunció que daba de baja el acuerdo "Goles por Schollas" que había firmado con la Conmebol (la confederación sudamericana de fútbol) por el cuál por cada gol convertido en la Copa América se donarían 10 mil dólares al proyecto "Schollas Occurrentes", un plan educativo global que promueve la Iglesia y que fue generado por el Papa Francisco.

Al explicar la decisión a través de un comunicado, el Vaticano destacó, entre otros puntos, unas palabras del Papa Francisco acerca de que "el fútbol no es solo una forma de entretenimiento, sino también - y sobre todo- una herramienta para comunicar los valores que promueven el bien de la persona humana y ayudan a construir una sociedad más pacífica y fraterna".

En este marco es que instalo la sospecha de que el Papa Francisco no es ajeno a la decisión de la Justicia estadounidense de avanzar contra la FIFA y pongo sobre la mesa, estimado lector, otros elementos:

Primero, Loretta Lynch, la fiscal general de EEUU e impulsora del "FIFA-Gate fue designada en su cargo hace poco menos de un mes con acuerdo del Congreso pero obviamente por decisión del Presidente Barack Obama. No hay que haber terminado la temporada completa de House of Cards para suponer que antes de dar la orden de detener como si fueran terroristas a los jerarcas de la FIFA en Suiza, mínimo lo habrá consultado con Mr President.

En el marco de esa consulta, Obama habrá evaluado pro y contras y habrá sopesado sin lugar a dudas, entre otras cosas, la polémica sobre la designación de Rusia y Qatar como sedes y las resistencias que eso generó en EEUU y Europa occidental. Habrá evaluado también que los dirigentes de la FIFA, inmersos en una orgía de corrupción y sobornos, no respondían a ningún sistema, no reportaban a ningún poder superior, en definitiva no robaban para la Corona. No eran corsarios sino piratas y, en condición de tales, políticamente apresarlos era gratis.

Vayamos a la segunda parte. Las alianzas políticas se dan cuando hay coincidencia de objetivos, de algunos al menos. El Papa Francisco ha convertido su discurso anti corrupción en uno de los temas centrales de su agenda junto a la desigualdad, la paz y la inmigración. No lo digo yo, lo dijo él cuando fue consultado al respecto: "la corrupción apesta, es un mal más grande que el pecado, más que perdonado debe ser curado".

Por otro lado, Francisco le da mucha importancia al fútbol. Se ve ahí su impronta argentina. Constantes alusiones a su pasión por San Lorenzo, el vínculo con Diego Maradona que al igual que Raúl Castro ha dicho que ha vuelto a creer en la Iglesia por Francisco, los partidos por la Paz que organiza en Roma, muestran su argentinidad al palo, pero también confirman, como explicábamos al principio de esta columna, que el Papa es perfectamente consciente de que la pelota tiene una capacidad de difusión que es difícil de equiparar en el mundo actual. Siempre recuerdo que cuando Diego fue injustamente expulsado del Mundial 94, las mayores y más violentas protestas se dieron en Bangladesh. Desafío a todos a que me digan algo cierto de Bangladesh sin googlearlo.

Sabemos además que Francisco tiene un fuerte vínculo con Obama. Los elogios de este al Papa católico (en un país donde la mayoría son protestantes) son públicos como lo es que el Papa ha sido el factótum nada menos que del restablecimiento de relaciones entre EEUU y Cuba. El hecho político más importante para la región probablemente desde que Cuba decidiera sumarse al bloque socialista y se rompieran las relaciones con EEUU en 1961. Menos conocido es que el respaldo clave para la elección de Jorge Bergoglio como Papa vino con los votos de los cardenales estadounidenses a quienes, según las crónicas periodísticas, habrían convencido nada menos que Donald Werl, Arzobispo de... Washington.

Hagamos entonces un ejercicio imaginario y sumemos: Obama que, de entre tantas investigaciones en marcha que tiene la Fiscalía norteamericana decide avanzar con la de FIFA, por razones vinculadas a la geopolítica estadounidense pero que, casualmente o no, coinciden con las del Vaticano, necesitado de un mensaje moralizante que llegue a todo el mundo. De un castigo a los "malos" que sea visto por todos. De que se restablezca la idea de que portarse mal no es gratis, de utilizando terminología religiosa, un "milagro" que nos permita creer que Dios existe y reparte dones y castigos.

El analista Jorge Asís advirtió enseguida de asumido Francisco que se venían "vientos anticorrupción, vientos moralizantes" en Occidente. En la región, las presidentas de Brasil y Chile, Dilma Rouseff y Michele Bachelet, ven azoradas como casos de corrupción que no las involucran directamente y que no son precisamente nuevos en Latinoamérica, ponen en jaque sus gobiernos, recientemente ratificados en las urnas.

El Papa Francisco no ha hecho mención aún al FIFA-Gate más allá de la decisión de suspender el convenio con Conmebol, pero el Vaticano sí se expresó a través de Monseñor Melchor Sánchez de Toca, Subsecretario del Pontificio Consejo de la Cultura y Director de la sección Cultura y Deporte: "¿Quién se sorprende?", dijo. "Cada año por estas fechas hay un nuevo escándalo de corrupción que viene del mundo del deporte. Son los grandes males que afligen al deporte", agregó.

Monseñor recordó además que no es la primera vez que "se produce corrupción, violencia en los estadios con incluso víctimas, dopaje de los deportistas, partidos amañados, mercantilización del deporte, abusos a menores en los vestuarios, etc. El deporte es la expresión más noble que hay en el hombre y al mismo tiempo su degeneración".

Pero lo más importante lo dejó para el final: "Creo que es evidente que el mundo del deporte solo no es capaz de superar esos problemas sino que hacen falta alianzas entre los distintos sectores de la sociedad".