Entre la utopÃa de fin del petróleo en el mediano plazo y la negación de los biocombustibles como complementos energéticos, Argentina necesita de replantearse el consumo responsable y eficiente de energÃa. |
La economÃa moderna se desarrolló desde hace más de un siglo y medio, a partir de la transformación del petróleo, no solo para su uso como combustible, a través de sus destilados, sino también, para su uso como insumo de bienes durables, productos derivados de la industria petroquÃmica. Junto al petróleo, el gas natural ha tenido y tiene cada vez más un rol preponderante en la industria moderna. Y aunque la era del carbón haya terminado hace mucho tiempo, su participación entre las fuentes primarias de energÃa sigue siendo muy importante, similar a la del gas natural.
El calentamiento atmosférico global generó un cambio de paradigma y es insoslayable la necesidad que tiene el mundo a partir de él, de diversificar la matriz energética, dando una creciente y significativa participación a las fuentes de energÃas renovables, las que sin dudas, son mucho menos contaminantes que las fuentes de origen mineral.
Pretender firmar el certificado de defunción del petróleo y del carbón a corto y mediano plazo es una utopÃa, a pesar de no ser amigables con el medio ambiente. Del mismo modo lo es no tomar en el mismo perÃodo a las energÃas renovables en general y a los biocombustibles, como complementarios, no como sustitutos excluyentes.
Resultan contradictorias las posiciones fundamentalistas que en muchas oportunidades se exteriorizan en favor de las renovables, soslayando de alguna manera la importancia del petróleo, gas y carbón en la matriz energética mundial y su contribución a una mejora de la calidad de vida de la población –más allá de los innegables efectos colaterales negativos que han generado y generan de manera creciente-, cuando en particular, esas posiciones se exteriorizan haciendo uso y abuso del consumo de energÃa derivada de fuentes minerales, y adoptando en muchos casos como ejemplos a seguir, el de aquellos paÃses más desarrollados que presentan los más altos Ãndices de ineficiencia en términos de consumo de energÃa no renovable sobre PBI.
La humanidad en su conjunto, pero principalmente la porción minoritaria de la población más desarrollada, debe cambiar su cultura, su tÃpica adicción al ultra-bienestar, la que viene acompañada con una tasa de intensidad energética insostenible, hecho que se harÃa aún más grave si la mayorÃa de los paÃses –no tan solo los desarrollados-, registrara esos niveles de uso de energÃa.
El mundo debe realizar un enorme esfuerzo en materia de eficiencia energética y Argentina no puede hacerse la distraÃda en este sentido. Pero también cada ciudadano en forma individual debe asumir una responsabilidad para con el medio ambiente y privilegiando el bien común por sobre todo.
Más y mejor transporte público –fundamentalmente ferrocarriles-, menos automotores y más eficientes en el uso energético (hecho que requiere un paulatino cambio de buena parte del parque actual, migrando a otros de mejor tecnologÃa), menos consumo de energÃa eléctrica per cápita (a partir de una más eficiente utilización de los recursos disponibles y con mayor participación en su producción de fuentes renovables), mejores planteos ganaderos para reducir las emisiones de metano, mejores prácticas agrÃcolas, incorporación de nuevas tecnologÃas, procesos y productos industriales, etc., deben constituirse en postulados básicos para el desarrollo de las actividades humanas.
Considero inapropiado plantear un dilema entre la energÃa mineral, convencional, y las renovables en general y los biocombustibles en particular, el que es tan malo como el que se generó entre alimentos y biocombustibles. Si analizamos nuestra vida con profundidad, nos daremos cuenta que es impensable a corto y mediano plazo, prescindir de una porción importante de la energÃa mineral que consumimos de manera directa o indirecta.
Nuestra generación no vivirá el fin de la era del petróleo, si en cambio contribuiremos activamente a lograr una inflexión en la forma de generar y consumir energÃa, para crear las condiciones a partir de las cuales las nuevas generaciones profundicen este cambio de paradigma.
Por cierto que existen paÃses, como el nuestro, en condiciones de lograr una mayor tasa de utilización en términos relativos de energÃas renovables en general, incluso, exportando como se efectúa, parte de ella –caso del biodiesel-. Estamos en condiciones de aumentar la participación de los biocombustibles en el transporte, agro y generación eléctrica, en el marco de la Ley 26.093, como asà también, de cumplir los objetivos establecidos por la Ley 27.191 en cuanto a la participación de energÃa de fuentes renovables en la generación eléctrica, y debemos hacer todo esto rápido y sin dudar.
Pero eliminemos los fundamentalismos, provengan de donde sea. El mundo y Argentina en particular, requiere soluciones y planteos de gestión inteligentes, acorde a las reales posibilidades de crecimiento presente y futuro que requieren las energÃas renovables en general y los biocombustibles en particular, conviviendo con un uso más eficiente del petróleo, gas y carbón disponible.
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