Editorial
Snowden: Malvinas es un "alfil" detrás del espionaje anglosajón
Por Juan Recce
El Atlántico Sur es un teatro de operaciones del futuro en tanto puerta de acceso a la Antártida, a Suramérica y al África Subsahariana.

¿Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda y Canadá realizando tareas de espionaje conjunto por nuestra disputa de soberanía en Malvinas? ¿Y organizando una red de intercambio de inteligencia en nuestro país con la colaboración de Estados Unidos? ¿no será mucho? Algo sobra…

Lo primero que debemos preguntarnos es que están mirando que nosotros no vemos. Que es lo que nuestro mirar habitual omite en la composición del escenario estratégico que motiva la presencia del Reino Unido en nuestras islas y en nuestro mar y la eventual existencia de un sistema de espionaje digno de la Primera Guerra Mundial ¿Qué ven? ¡¿Qué?!

Machado decía en un célebre poema “los ojos que tú ves no son ojos porque tú los veas sino porque te ven”.

¿Que ven los anglosajones parados en Malvinas? Cuatro cosas:

1. La plataforma continental argentina, la segunda del mundo en extensión, más de 6 millones de km2 de continente sumergido dotado de una riqueza metalífera inigualable;

2. La Antártida, un gigantesco y desolado continente de 14 millones de km2, una vez y media la superficie de Europa;

3. La Patagonia, una inexplicable porción de continente suramericano de 1,2 millones de km2 despoblados, con bajos índices de desarrollo humano y sin perspectivas reales de mayor integración sustentable al proyecto político argentino (alarmante, lamentable e indignante); y

4. El Atlántico Sur como un novedoso sistema hidrocarburífero que compone la segunda reserva mundial de gas y petróleo. Sí, el Atlántico Sur. El petróleo off-shore de Brasil, Venezuela, Guyana, Surinam, Uruguay, Argentina, Namibia, Angola, Guinea Ecuatorial y Sudáfrica entre otros, está en el Atlántico Sur.

Todo esto se ve desde Malvinas además de las ovejas y las Land Rover modelo noventa.

Como en muchos campos de la vida política de nuestro país sucumbimos ante la “subestimación serial de la realidad”, en este caso la realidad estratégica y también la militar: Malvinas es la puerta de ingreso a la última frontera planetaria de los recursos naturales. Se trata un gigantesco sistema de subsuelo, océano y continentes donde está todo lo que el hombre como especie necesita para hacer frente a horizontes futuros de escases planetaria: energía, minerales, proteínas, biodiversidad y agua potable.

Es que mientras nosotros subestimamos con egocentrismo rioplatense la realidad, cuatro carreras tecnológicas están siendo llevadas adelante en el campo de la geopolítica: 1) la del espacio exterior, 2) la del software y la biotecnología, 3) la del continente antártico y 4) la de los fondos marinos. Estas carreras tienen varios participantes pero solo cuatro pioneros con ciertas probabilidades de éxito: Reino Unido, Estados Unidos, Rusia y China, cuatro de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. ¿Nos suenan estos cuatro países de los diarios argentinos de los últimos meses?

Queda claro que Malvinas, nuestras Malvinas, son un “alfil” dentro del ajedrez por la conquista de nuevos habitad, nuevas fronteras para la minería metalífera, y nuevas reservas de recursos estratégicos.

En este sentido, el Atlántico Sur, es un teatro de operaciones del futuro en tanto puerta de acceso a la Antártida, a Suramérica y al África Subsahariana.

Los argentinos dentro de este planteo, bien gracias. Con un rompe hielos inactivos y nuestras únicas unidades navales de superficie militarmente significativas (cuatro viejos Destructores) dependientes tecnológicamente en un 100% del arbitrio inglés: sus cuatro turbinas de propulsión son Rolls Royce; por ello, siempre tenemos 2 operativos y 2 en mantenimientos. Pueden tardar hasta una década en enviarnos las turbinas reparadas para el alistamiento de nuestros buques de guerra.

Claramente no somos una amenaza militar tradicional. La mayoría de los bienes que componen nuestro poder militar tienen una vida de uso promedio de cincuenta años. Es decir que nuestro aparato de defensa naval, aéreo y terrestre cuenta con tecnologías de la época del Presidente Kennedy en la crisis de los misiles cubanos. Out.

Los únicos escenarios creíbles de una amenaza argentina a Malvinas serían los de una guerra asimétrica (también conocida como terrorismo) o los de una coalición de grandes potencias con nuestro país.

Entonces ¿Por qué hace falta espiarnos?

Es que las grandes potencias han comenzado a operar en el escenario estratégico del Atlántico Sur trazando las primeras líneas de un teatro de operaciones con fecha de vencimiento: 2041, año en que vence el protocolo adicional del Tratado Antártico sobre explotación de Recursos Naturales en la Antártida. “La Antártida esta internacionalizada” dicen los ignotos… claro que si queridos.

Si sumamos las reclamaciones soberanas de Australia, Nueva Zelanda y Reino Unido sobre la Antártida, constituyen más del 70% de la superficie de ese continente. Esos tres países más Canadá son los sindicados como los responsables del espionaje en cuestión. Estos cuatro países tienen a la Reina Isabel por jefa de Estado, es decir, son parte de la Corona Británica.

Por tanto, Cualquier posición avanzada de China o Rusia en este teatro de operaciones representa una amenaza seria a los intereses estratégicos de la Corona.

Tal vez, solo tal vez, sin saber demasiado, Argentina ha metido sus narices en un juego estratégico que nos queda grande. Las movidas pueden ser acertadas o desacertadas, depende de la lupa ideológica del observador local, lo que está claro es que somos la parte “prescindible” de esta puja titánica entre actores estratégicos con varios siglos de confrontación en su haber.

La suscripción del tratado de cooperación en materia aeroespacial con China, ha metido una tercer carrera a este teatro de operaciones, la carrera espacial. ¿Serán esos recursos utilizados en nuestra contra, o los de la Corona? Solo lo sabremos en el futuro. Hoy China nos quiere (al menos eso parece), los rusos estimamos que también, la Corona Británica claramente no.

Nada de esto es lineal y todo está cargado de contradicciones. Lo que sabemos es que el tiempo pasa y podemos transcurrirlo como la hormiga trabajadora o como la cigarra guitarrera.

La carrera por los fondos oceánicos y la conquista del Continente Antártico requieren de acciones reales, generadas por nosotros mismos, con la fortaleza y la claridad de políticas de Estado. “Pampa Azul” esta verde, pero puede brindar parte de esa arquitectura que necesitamos en el futuro.

El próximo presidente (que esperemos no sea uno que considere a Malvinas un “déficit presupuestario”) deberá encarar la tarea de formular seriamente una política antártica y oceánica con la activación de un polo logístico antártico con base en Ushuaia y la recreación de un sistema de inteligencia estratégico-militar con capacidad tecnológica real para realizar tareas de contra-inteligencia en el marco de la agenda de Defensa de nuestro país, entre otros innumerables pendientes.

Afortunadamente, el status constitucional de Malvinas nos despeja las incógnitas más tenebrosas de la política exterior argentina para el próximo presidente.

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