Editorial
Estadísticas públicas: la mala senda
Por Javier Lindenboim
Estamos en las proximidades de la destrucción del conjunto del sistema estadístico nacional y muy cerca de carecer de información de la más variada.

Cuando hace ya más de siete años –cuando las vacas aún parecían engordar- el gobierno decidió modificar el precio de la lechuga y no contar el impacto de la medicina privada sobre el índice de precios al consumidor, pocos pensaban que se iniciaba un camino a través del cual el país llegaría a moverse en un tembladeral de información estadística.

Quedaba atrás la obligación del Estado por proporcionarse la información necesaria para su propia gestión y proporcionar la información veraz y oportuna para el conjunto de la población y los actores económicos, sociales y políticos. Pero, además, se vulneraba uno de los derechos fundamentales: el derecho a la información.

Es penoso observar que el sendero regado de tan mala manera no produjo flores sino malezas. No ha sido sólo la destrucción del índice de precios al consumidor. Estamos en las proximidades de la destrucción del conjunto del sistema estadístico nacional y muy cerca de carecer de información de la más variada.

Un ejemplo de “errores”: la construcción de viviendas

Hace unos años la información periodística daba cuenta de un discurso presidencial en el que el gobierno se ufanaba de haber construido anualmente unas cien mil viviendas. La información, sin embargo, no permitía sostener lo expuesto. Por entonces, principios de junio de 2011, la Subsecretaría de Vivienda informaba otra cosa.

De las 830.000 no se habían iniciado alrededor de 30.000. De lo que queda, más de 370 mil son "soluciones habitacionales". En la jerga de los especialistas, dicha expresión alude a una importante acción institucional referida a la reparación de viviendas o a la contribución al mejoramiento de viviendas existentes. Por tanto el universo se reduce a unas 430 mil, de las cuales alrededor de 115 mil estaban en ejecución. Por lo cual la frase debería haber sido "en ocho años levantamos 315 mil nuevas viviendas, reparamos otro tanto y están en curso en ambos casos otros 200 mil más". O sea en lugar de 100 mil por año se agregaron anualmente menos de la mitad: alrededor de 40.000, cifra que es algo mayor que el promedio de los años noventa. ¿Era eso un demérito? En modo alguno, puede decirse que era un logro importante. Mucho menor que el anunciado, pero un logro.

Pero allí no concluyó la cosa: quizás porque se puso en evidencia la exageración (o el error, o la mentira) se optó por resolver la cuestión. Claro que la solución no vino por el lado de la aclaración detallada y precisa. No. El camino elegido entonces fue, lisa y llanamente, dejar de producir la información separadamente entre viviendas y soluciones habitacionales de manera que no se puedan distinguir unas de otras. En la actualidad se mantiene la misma tesitura: se habla genéricamente de soluciones habitacionales incluyendo de modo indiferenciado a construcción de viviendas y soluciones habitacionales propiamente tales.

Un caso de información retaceada

Otro caso poco conocido es el de la información que era proporcionada por la ANSES hasta 2008, es decir hasta antes de la estatización de las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones. Hasta entonces la información que se brindaba permitía tener permanentemente actualizados los datos de ingresos (recaudación específica, asignación de impuestos, etc.) y de utilización de los fondos en sus más diversas categorías. Además los datos detallados de beneficios y de personas.

Ya a mediados de 2009 se advertía sobre la carencia imprevista de informaciones y por entonces se ensayaba una justificación probable: los importantes cambios derivados de la estatización seguramente influían negativamente e impedían dar plena continuidad a todas las tareas. Sin embargo, poco después quedó en claro que ya no se volvería atrás. La ANSES deriva desde entonces a la Oficina Nacional de Presupuesto todo lo que es el tratamiento presupuestario, con lo que se perdió gran parte de la riqueza informativa anterior. Para el seguimiento específico se cuenta con el Boletín de la Seguridad Social que es mucho más compacto, con niveles altos de agregación, comparativamente a la situación preexistente, de manera que tampoco se pueden seguir en detalle los procesos propios del sistema. Algunos especialistas dicen haber sido informados de que el cambio ha sido principalmente en la divulgación de la información, pues en general el organismo cuenta con la información similar a la anterior, sólo que no la pone a disposición del público.

No todo es nítido en la información sobre el empleo

Un caso poco conocido es el de algunas oscuridades en la información sobre el mercado de trabajo, provista por la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). El (para las estadísticas) fatídico año 2007 mostró un muy escaso incremento de la dotación ocupacional en la encuesta. Algo similar se registró en la mayor parte de 2008. Sin embargo, cuando empezaban a tomarse en el país medidas para evitar despidos como el Programa de Recuperación Productiva conocido como REPRO, la EPH informó que el empleo había recuperado –súbitamente- la dinámica creadora de empleo. A nivel del total urbano se habrían sumado casi 350.000 nuevos empleos. Casi en su totalidad ese número habría estado compuesto de asalariados y dentro de ellos, abrumadoramente, por asalariados privados precarios. Dicho de otra manera, si hay alguna categoría en la que un error eventual era de difícil verificación es la de asalariados precarios. El resto del aumento era debido a empleos públicos y a patrones. Ese anómalo incremento se desinfló de inmediato aunque en 2009 la dinámica, según la EPH pasó a manos del sector cuentapropista. Estos misterios no fueron develados suficientemente y luego fueron disimulados durante el efectivo período de recuperación económica y ocupacional que abarcó gran parte de 2010 y parte de 2011.

El penoso destino del índice de precios al consumidor

Uno de los episodios más recientes refiere al índice de precios al consumidor. Es sabido que durante siete años se falsificaban los números que debían reflejar la variación de precios minoristas. Pero, además, se imputó a todo aquel que cuestionaba esas cifras con las más diversas acusaciones incluyendo la imposición de onerosas multas a las consultoras que, paulatinamente, dejaron de hacer públicas sus informaciones. Todo lo cual llegó a los estrados judiciales. Centralmente se observaba una situación peculiar: la Argentina era el único país en que los ajustes salariales superaban holgadamente la supuesta variación de precios con lo cual el salario real así determinado subía a velocidades indescriptibles. Concomitantemente, por similares razones, las estimaciones oficiales de pobreza e indigencia se iban esfumando. El final es recordado. A comienzos de 2014 el gobierno tira por la borda el IPC que se venía calculando, se inventa uno nuevo, de alcance nacional, con lo que se evita mostrar la incongruencia e inconsistencia previa y, además, se anuncia que dejan de calcularse los índices de pobreza e indigencia no difundiendo los correspondientes a la segunda mitad de 2013. En otras palabras, se otorga plena razón a todos los analistas críticos del falso índice de precios y sus derivados, desconociéndose hasta ahora si habrá alguna demanda judicial de tenedores de bonos nominados en pesos que ajustan su valor por el Coeficiente de Estabilización de Referencia (CER), un derivado directo del IPC.

Como se ve, aquel aparentemente inocente “retoque” al precio de la lechuga de enero de 2007 o aquella omisión de la imputación del aumento de la medicina prepaga trajeron mucha cola de lo que se puede seguir hablando a futuro.

Requiescat in pace?

Vale la pena advertir que toda la estructura del INDEC es la misma en 2014 que la cometió tamaña tropelía. Por eso no sorprende que los analistas consideren que luego de la apariencia de superación de las malas prácticas del mes de enero se estaría retornado a la mejor escuela de dibujo del país. No sabemos si ya no interesa la opinión del Fondo Monetario Internacional ante quien en enero se rindió pleitesía con el nuevo índice que fue pomposamente bautizado como Indice de Precios al Consumidor Nacional Urbano. Ojalá no sea necesario en poco tiempo decir de él como de su antecesor: Descansa en Paz. 

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