Estados Unidos
Juegos de guerra
Por Hernán Sarquis
En una semana Trump pasó de no-intervencionista a malabarear conflictos internacionales con tres naciones al mismo tiempo.

Es hilarante el sketch extraído de Saturday Night Live: Alec Baldwin en su legendaria imitación de Donald Trump está sentado frente a una actriz interpretando a una reportera de Fox News, a quien le va a narrar cómo fue el momento en que le informó al presidente chino Xi Jinping del bombardeo en Siria la semana pasada.

Todo ocurre al interior de la Casa Blanca. "Teníamos la rebanada de pastel de chocolate más hermosa que hayas visto y... el presidente Xi lo estaba disfrutando, y me llegó el mensaje de los generales que los buques estaban cargados y listos para disparar... ¿Qué hacemos?", relata un Trump emocionado casi como un niño.

"Tomamos la determinación de hacerlo. Los misiles iban en camino. Entonces le dije: 'señor presidente, déjeme explicarle algo' -esto fue durante el postre- 'acabamos de disparar 59 misiles' -todos acertaron, por cierto, increíble, desde cientos de millas de distancia- increíble. Brillante. Es genial", sigue el relato con ese tono de exaltación.

Y continúa: "Nuestra tecnología es la mejor de todos por factor de cinco. Nadie puede ni acercarse a competir con nosotros. Y va a mejorar porque el ejército ha sido dilapidado por la pasada administración, y por la guerra en Irak, que fue otro desastre. Entonces le dije, 'acabamos de lanzar 59 misiles rumbo a Irak'".

La reportera entonces lo interrumpe: "Rumbo a Siria". "Sí, rumbo a Siria", le responde el Presidente de los Estados Unidos, mientras sigue contando los detalles del bombardeo como si fuera un film de Hollywood.

Preocupa descubrir que el presidente recuerda a la perfección el pastel de chocolate que estaba comiendo, pero no qué país acababa de azotar con 59 mortíferos misiles Tomahawk.

Lo trágico de este fantástico sketch de Saturday Night Live es que no es un sketch. Se trata de un fragmento de la entrevista que Trump efectivamente le dio a la conductora de Fox News Maria Bartiromo.

Lo único más preocupante que la sonrisa, excitación y fascinación en la cara de Trump durante la entrevista, es descubrir que el presidente recuerda a la perfección el pastel de chocolate que estaba comiendo, pero no qué país acababa de azotar con 59 mortíferos misiles Tomahawk.

Se trata de un resumen perfecto de quién es Donald Trump en tan solo un minuto y medio. La frivolidad, la falta de tacto; hablar de algo tan serio como un bombardeo, que costó la vida de diez personas, como si estuviera narrando la inauguración de su nuevo restaurante.

A lo largo de la campaña, Trump adoptó una postura anti intervencionista radical. Precisamente fue una de las cosas que lo separaban del establishment político que, sin importar el partido, siempre ha seguido una política internacional casi idéntica.

Sabíamos que duraría poco el gusto. Menos de una semana después de Siria, el Pentágono utilizó por primera vez en la historia la MOAB, la bomba no-nuclear más devastadora en su arsenal. Luego comenzó la innecesaria provocación al régimen demente de Kim Jung-un en Corea del Norte, que representa una amenaza a Estados Unidos tan seria como un resfriado.

Así como hace unos meses Trump reconoció que la reforma en salud "es más complicada de lo que pensé", hace días Xi lo iluminó respecto a la complicadísima historia entre China y las Coreas: "Después de escuchar por 10 minutos, me di cuenta que no es tan sencillo", reconoció Trump, teniendo una epifanía que el lector de noticias promedio descubre en su adolescencia.

El hombre más poderoso del mundo creía que presionar a China era suficiente para lograr que el régimen de los Kim desarticulara su programa nuclear. Xi Jinping le tuvo que explicar el complejo escenario.

El hombre más poderoso del mundo creía que presionar a China era suficiente para lograr que el régimen de los Kim doblara las manitas y desarticulara su programa nuclear. Supongo también que el presidente no había pensado en qué pasaría -por ejemplo- si estalla una guerra en Corea del Norte y los "buenos" ganan, derrocando al régimen de Kim Jung-un.

¿Quién se hará cargo de los casi 25 millones de norcoreanos? La predecible e inevitable crisis humanitaria subsecuente caería en manos de China y Corea del Sur, probablemente. ¿Cómo es posible que el presidente de una nación extranjera -y en ocasiones hasta hostil- como lo es China, tenga mayor influencia en la visión del presidente que su propio gabinete?

Hoy fue el gobierno chino quien suplicó a las Coreas y a Estados Unidos que por favor guardaran la cordura: "Los Estados Unidos y Corea del Sur y Corea del Norte están enganchados en un intercambio de provocaciones, con las espadas desenvainadas y los arcos preparados, y la tormenta se empieza a aproximar", declaró el canciller chino Wang Yi.

El ministro urgió a todos los involucrados a no continuar con las provocaciones y amenazas, y evitar empujar la situación al punto de no retorno. "No importa quién sea el responsable, si permitan que la guerra estalle en la península, deberán cargar esa culpa histórica y pagar el precio correspondiente". Enorme ironía: en la era Trump, China es la voz de la razón.

Lo más trágico -como ya es costumbre desde el 20 de enero- no es que el presidente esté adoptando una estrategia militar más agresiva, ni que esté renegando de su discurso anti globalista de la campaña; lo aterrador es que carece de estrategia alguna.

Sabíamos que duraría poco el gusto. Menos de una semana después de Siria, el Pentágono utilizó por primera vez en la historia la MOAB, la bomba no-nuclear más devastadora en su arsenal. Luego comenzó la innecesaria provocación al régimen demente de Kim Jung-un en Corea del Norte, que representa una amenaza a Estados Unidos tan seria como un resfriado.Así como hace unos meses Trump reconoció que la reforma en salud "es más complicada de lo que pensé", hace días Xi lo iluminó respecto a la complicadísima historia entre China y las Coreas: "Después de escuchar por 10 minutos, me di cuenta que no es tan sencillo", reconoció Trump, teniendo una epifanía que el lector de noticias promedio descubre en su adolescencia.El hombre más poderoso del mundo creía que presionar a China era suficiente para lograr que el régimen de los Kim desarticulara su programa nuclear. Xi Jinping le tuvo que explicar el complejo escenario.El hombre más poderoso del mundo creía que presionar a China era suficiente para lograr que el régimen de los Kim doblara las manitas y desarticulara su programa nuclear. Supongo también que el presidente no había pensado en qué pasaría -por ejemplo- si estalla una guerra en Corea del Norte y los "buenos" ganan, derrocando al régimen de Kim Jung-un. ¿Quién se hará cargo de los casi 25 millones de norcoreanos? La predecible e inevitable crisis humanitaria subsecuente caería en manos de China y Corea del Sur, probablemente. ¿Cómo es posible que el presidente de una nación extranjera -y en ocasiones hasta hostil- como lo es China, tenga mayor influencia en la visión del presidente que su propio gabinete?Hoy fue el gobierno chino quien suplicó a las Coreas y a Estados Unidos que por favor guardaran la cordura: "Los Estados Unidos y Corea del Sur y Corea del Norte están enganchados en un intercambio de provocaciones, con las espadas desenvainadas y los arcos preparados, y la tormenta se empieza a aproximar", declaró el canciller chino Wang Yi.El ministro urgió a todos los involucrados a no continuar con las provocaciones y amenazas, y evitar empujar la situación al punto de no retorno. "No importa quién sea el responsable, si permitan que la guerra estalle en la península, deberán cargar esa culpa histórica y pagar el precio correspondiente". Enorme ironía: en la era Trump, China es la voz de la razón.Lo más trágico -como ya es costumbre desde el 20 de enero- no es que el presidente esté adoptando una estrategia militar más agresiva, ni que esté renegando de su discurso anti globalista de la campaña; lo aterrador es que carece de estrategia alguna.El secretario de Estado, Rex Tillerson y el primer ministro de China, Xi Jinping.

Como él mismo reconoció ayer, prácticamente le dio carta blanca al Departamento de la Defensa, quienes por supuesto van a hacer lo que siempre han hecho: atacar. Ese es su trabajo, su raison d'être. Porque cuando tu única herramienta es un martillo, todo lo que ves son clavos. El rol del Ejecutivo no es ser un martillo, sino servir de contrapeso. Tomar en cuenta la opinión no sólo de los generales, sino de la cancillería y cuerpo diplomático; de la nutrida y eficiente comunidad de inteligencia que cuentan con experiencia de varias décadas lidiando con esos conflictos, y de asesores en seguridad nacional experimentados.

Ayer ni siquiera lo consultaron antes de arrojar una de las bombas más devastadoras que se han creado. Y hoy, mientras las tensiones con Corea del Norte llegan al punto de ebullición gracias a su retórica explosiva, Trump está jugando golf en su club de Mar-a-Lago, a donde ha viajado 17 veces, literalmente un tercio de su presidencia.

Es del dominio público la adicción de Trump hacia los canales de noticias, y por primera vez desde que tomó posesión está viendo en la tele cobertura que no es sobre su incompetencia, sus fracasos o sus nexos con Rusia. No es de sorprender que -cual reflejo pavloviano- el presidente tomara el camino jingoísta.

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