México
Dr Donald & Mr Trump, las dos caras del magnate tras el violento discurso en Arizona
Por Hernán Sarquis
Apenas aterrizó en Arizona, Trump dejó atrás el tono conciliador y regresó a su violento estilo. Los diez puntos de su plan anti inmigrante.

Apenas unas horas después de estar parado en la residencia oficial del Presidente de la República Mexicana, derramando amor y miel sobre todos los mexicanos, llamándonos “gente fantástica” y “espectacular gente trabajadora”, compartiendo lo orgulloso que estaba de darle empleo a miles de esos mexicanos buenos y honrados; después de deshacerse en lisonjas por Enrique Peña Nieto, llamándolo un “líder tremendo”; después de todo ese amor, el candidato republicano se subió a su avión privado y aterrizo en Phoenix, Arizona, donde sin mayor esfuerzo o enfado volvió a su deleznable tono tradicional, violento y burlón. El tema del discurso –que duró alrededor de una hora– fue su política migratoria.

Después del espectáculo en Los Pinos, en lo que analistas y medios internacionales y locales por igual ya califican como un error histórico por parte de Peña Nieto, Trump delineó los diez puntos principales de su plan migratorio. Olvidado quedó el tono dócil y ensayado, el teleprompter programado y la postura cuerda.

Trump, como en tantas otras ocasiones, volvió a recaer, víctima del fenómeno que me gusta llamar Dr. Donald and Mr Trump. En Los Pinos vimos a Mr. Trump; en Phoenix, aterrizó The Donald.

Trump fue precedido por personajes como el ex alcalde Rudolph Giuliani, que apareció con una gorra roja, que en tono burlón decía "Make México Great Again Also", también se vio al superhéroe del racismo Joe Arpio, sheriff de Maricopa.

Donald Trump es un animal que vive de sus números y de la percepción que los medios y sus seguidores tienen de él. El Trump humilde y agüitado por su desplome en las encuestas, hoy murió para ser reemplazado por The Donald, quien al parecer cargó energía sobrevolando en su jet la pirámide del sol. O quizá lo que lo energizó fue la estafa maestra que ejecutó en la Residencia Oficial del Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas.

Trump fue precedido por personajes cercanos a su campaña, entre ellos un Rudolph Giuliani que apareció con una de las emblemáticas gorras rojas de Trump, sólo que en lugar de decir “Make America Great Again”, la del ex alcalde, en un gesto que seguro imaginó simpático pero que de este lado de la frontera resultó más bien burlón, decía “Make Mexico Great Again Also”.

También asistió Mike Pence, su candidato a vicepresidente, y como para recalcar que el tono anti migratorio de lo campaña no iba a ningún lado, también habló el superhéroe del racismo Joe Arpaio, sheriff de Maricopa, en Arizona, donde es célebre por su cacería de indocumentados.

Trump prometió arrancar con las deportaciones desde su primer día al frente del país, y dijo que planeaba triplicar el número de agentes migratorios. "Tal vez logremos que la deporten a ella", dijo, refiriéndose a Hillary Clinton. Sin embargo se mostró ambiguo respecto al número. En otras ocasiones habló de la monumental cifra de 11 millones de indocumentados expulsados del país. Esta vez no fue tan específico y sólo mencionó a los dos millones de indocumentados que tienen historial criminal.

El decálogo

“¡Número uno!”

Arrancó el conteo. “¡¿Están listos?!” ¡Wooooo!, respondió el auditorio. ¡¿Están listos?!, repitió The Donald.

“¡Construiremos una gran muralla sobre la frontera sur!” La audiencia enloqueció. “Y México va a pagar el muro. 100%. Aún no lo saben, pero van a pagarlo”. El tono del candidato, finamente calculado para lograr el mayor nivel posible de condescendencia y pedantería: “Son grandes personas y grandes líderes, pero van a pagar por el muro”.

Trump continuó, detallando lo avanzado y tecnológico que sería su “hermoso muro”; describiendo lo que sonaba como una fantasía sacada de una novela de Philip K. Dick, con sensores subterráneos y aéreos y miles de guardias y detectores de túneles. Todo esto en la frontera más larga sobre la superficie terrestre, y costeado –por supuesto– con el espectacular producto interno bruto de México, y con los millonarios ingresos de los jornaleros mexicanos que envían dinero desde Estados Unidos.

Trump coronó el tema del muro enviando más piropos a Peña Nieto: “México –lo creo– va a trabajar con nosotros. Especialmente después de conocer a su maravilloso presidente”.

“¡Número dos!”

“Vamos a terminar con el catch & release”. En la pesca deportiva se trata de capturar un pez sólo por el gusto, pero después liberarlo aún con vida. En la jerga migratoria de los conservadores significa capturar inmigrantes ilegales y luego liberarlos sin deportación. Trump explicó que los indocumentados capturados serán detenidos hasta su envío a su país de origen. Después, como si hablara de ganado o de tlacuaches que se meten a un rancho, explicó que serían transportados “grandes distancias” lejos de la frontera: “Ya aprendimos. El presidente Eisenhower entendió que al botarlos justo del otro lado, volvían. Entonces los volaban grandes distancias, y ahí se acababa. Los llevaremos al país de donde vinieron”.

“¡Número tres!”

Siguió. “Cero tolerancia para aliens ilegales”, dijo, usando el anacrónico término que ya es considerado un insulto para los migrantes. Donald explicó que, de acuerdo a cifras federales, hay unos dos millones de criminales indocumentados. Aseguró que desde el día 1 de su gestión empezarían a sacarlos del país.

“¡Número cuatro!”

Trump prometió retirar fondos federales para las llamadas ciudades santuarios, donde las autoridades locales tienen la consigna de no perseguir a los indocumentados no-criminales. “Se acabó”, sentenció. “Han resultado en tantas muertes innecesarias”.

“¡Número cinco!”

Este se trató de echar para atrás las órdenes ejecutivas promulgadas por Obama en 2014 que protegen a ciertos inmigrantes indocumentados. Obama ordenó a sus agencias federales no perseguir a indocumentados que fueran padres de niños nacidos en Estados Unidos, y a los llamados dreamers, quienes entraron al país como menores de edad y crecieron como americanos, aunque no cuenten con la nacionalidad. “Vamos a terminar inmediatamente las amnistías ejecutivas ilegales del presidente Obama”, dijo.

“¡Número seis!”

“Vamos a suspender las visas a cualquier lugar del mundo donde no pueda hacerse una revisión adecuada”.

“¡Número siete!”

La siete va en contra de las naciones que no aceptan a sus ciudadanos deportados. “Hay por lo menos 23 países que se niegan a recibir a su gente cuando se les ordena salir de los Estados Unidos, incluyendo a criminales violentos”.

“¡Número ocho!”

“Vamos a completar finalmente el sistema biométrico de rastreo de visas”. Se trata de un sistema que registra con datos biométricos la entrada y salida de una visa para asegurar que ningún visitante extienda de manera ilegal su estadía.

“¡Número nueve!”

No más beneficios sociales para los trabajadores indocumentados. “Las leyes migratorias no existen para dejar a los criminales afuera”, explicó. “Existen para proteger todos los aspectos de la vida americana. Los sitios de trabajo, la oficina de beneficios, el sistema educativo y todo lo demás”.

“¡Número diez!”

Trump no sólo va contra los indocumentados; también piensa reformar la inmigración legal para “servir los intereses de América, de nuestros trabajadores”. El pilón del decálogo fue su promesa de renegociar los tratados comerciales internacionales en beneficio de los obreros estadounidenses: “¡Vamos a traer los trabajos de regreso!”.

Para finalizar, Trump recibió a las Angel Moms, un grupo de apoyo formado por madres de personas asesinadas por inmigrantes indocumentados. Una a una pasaron a relatar las historias desgarradoras de sus hijos y los criminales de los mataron. “Si Donald Trump hubiese sido presidente en 2011, mi hijo seguiría vivo”, dijo una. Destacaron dos de las invitadas, una de ellas casada con un inmigrante, y otra de origen brasileño.

Después de la calma, regresó rápidamente la tormenta.

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