Editorial
Francisco se preocupa por todo lo referido a la Argentina
Por Luis Rosales
El papado además de ejercer el liderazgo espiritual indiscutido siempre cumplió un rol más terrenal y concreto en el pensamiento y la política universal.

El Papa Francisco volvió invitar a almorzar a Cristina en Santa Marta. Lo que hablaron en privado quedará siempre en ese ámbito. Nunca lo sabremos a ciencia cierta. Desde el Vaticano se mantendrá un silencio habitual para estos casos y seguramente desde la Presidencia argentina algo se comentará.

El papado además de ejercer el liderazgo espiritual indiscutido sobre un poco menos del 20% de la humanidad, el mundo católico, y expandir su influencia sobre un porcentaje considerablemente mayor, siempre cumplió un rol más terrenal y concreto en el pensamiento y la política universal.

Hasta los tiempos de la unidad italiana en la segunda mitad del siglo XIX y la reclusión del sucesor de Pedro al minúsculo estado de la colina Vaticana en Roma, el Sumo Pontífice jugaba al ajedrez en el tablero mayor de la política europea, que durante siglos y siglos fue la que definía el devenir de esta pequeña esfera azul que flota en el espacio y en la que todos habitamos. Los antecesores de aquellos tiempos del argentino más influyente de la historia, dividían imperios, aprobaban o bajaban el pulgar a uniones dinásticas, excomulgaban o salvaban almas, a veces como herramienta de poder concreto y hasta comandaban grandes ejércitos tal cual príncipes o reyes temporales.

Desde León XIII en adelante, después de perder casi todo sus territorios en el centro de la península, los Papas debieron concentrarse sólo al ámbito de lo religioso, de lo espiritual y a tratar de influir en el pensamiento e ideología de cada momento. Así se entienden todas las encíclicas sociales que buscan un equilibrio entre el capitalismo salvaje incipiente y el marxismo y socialismo originales propiciantes de un mundo igualitario utópico, sin Dios ni creencias trascendentes. Los éxitos de los modelos combinados de acumulación y generación de riqueza impulsados por el mercado, con la re-distribución en manos de los estados de los que disfrutan prácticamente todos los pueblos desarrollados del planeta, son en parte una consecuencia de esta contribución vaticana.

Francisco desde su llegada a la Cátedra de Pedro, está trabajando activamente en cinco planos diferentes. Tal cual esos maestros rusos del ajedrez de la era soviética, mueve piezas simultáneas en cinco partidas, todas ellas muy complicadas. En el gobierno de la Iglesia, la primera de ellas, no hay semana en la que no anuncie alguna medida, decisión o gesto que tenga que ver con la transparencia, coherencia y necesidad de volver a las enseñanzas y estilos originales del primer cristianismo. Lo mismo sucede en el ámbito del diálogo interreligioso con las otras dos creencias monoteístas derivadas del mismo tronco abrámico – Judaísmo e Islam – y del ecumenismo, referido a la re-unión de la dividida familia cristiana, especialmente con los ortodoxos, separados hace casi mil años.

El desierto intelectual en el que mueve actualmente el pensamiento humano, también se ha visto estremecido con algunas contribuciones del argentino, que no hacen sino reforzar ese camino señalado hace más de un siglo por las encíclicas sociales. En este tercer partido si bien no hay contrincantes definidos, desde la tribuna observan preocupados los cultores extremistas de las ideologías vigentes.

El cuarto ámbito de trabajo, es ciertamente una contribución bastante original del jesuita, que con proyectos concretos como el de Scholas Ocurrentes, no se queda sólo en la denuncia y la crítica sino que trata de modificar la realidad.

Pero el último de los tableros es tal vez el remanente de aquel poder temporal del sucesor de Pedro. Ahora sin ejércitos y divisiones militares, desde el Vaticano se influye y mucho en la política universal y en la de algunas regiones o países específicos. El caso tal vez más paradigmático de los últimos tiempos lo encontramos con Juan Pablo II y su participación decisoria en el colapso del Imperio Soviético y en la llegada impensada al poder en su país natal Polonia, del obrero naval y líder sindical Lech Walesa.

Por eso es prácticamente imposible que el primer Papa argentino se reúna con la Presidente de su patria a solas, por su propio pedido, sólo para hablar o comentar de los problemas mundiales, sin tratar o referirse a los temas centrales de la agenda política de Buenos Aires. A Francisco le importa todo lo referido a la Argentina y está muy informado de lo que acontece en su tierra natal. Además es consciente del rol que la historia le asignado de irse convirtiendo, seguramente sin quererlo, en el referente obligado, en la última instancia donde todo se dirime. Con todas las distancias del caso, el Vaticano se ha transformado en una especie de Puerta de Hierro potenciada al infinito, donde los políticos y líderes de todas las extracciones, van en la búsqueda de un abrazo, un guiño, un consejo o al menos volverse con la foto.

Hace algunas semanas pudimos otra vez corroborarlo, los que tuvimos el privilegio de asistir en Roma al último encuentro mundial de Scholas Ocurrentes, presididas a nivel mundial por Enrique Palmeyro y José María del Corral y al Partido Interreligioso organizado por la Fundación Pupi y coordinado por Roberto Sarti. Con una paciencia infinita, muchos dicen que sólo se puede explicar si se entiende insuflada por el Espíritu Santo, centenares de argentinos recibieron su saludo personal y la palmada después de los regalos y bendiciones, todo registrado prolijamente por los fotógrafos del Observatore Romano. La fila interminable de argentinos, ordenada como siempre por Monseñor Karcher, con Maradona, Wanda Nara, Moreno, el padre César con su grupo rockero, cartoneros y empresarios de primer nivel incluidos, le permitió nuevamente a Francisco tener de primera mano un termómetro exacto y por cierto muy variado de la realidad nacional. Los comentarios de cada uno de los que lo saludaron así lo comprueba. Nada se le escapa. Manda saludos, pregunta, comenta, recuerda, incluso sobre temas y asuntos acontecidos después de su mudanza sorpresiva de hace algunos meses a la ciudad eterna. Y esto sucede también cada Miércoles en la mañana, cuando esta agotadora ceremonia casi interminable se repite en los ya cada vez más desbordantes corralitos argentinos que rodean al baldaquino, que protege al trono papal del sol y al lluvia allí en lo alto de la Plaza de San Pedro. Todo sumado a la infinidad de cartas, llamados e emails que recibe a diario, provenientes de estas tierras australes.

Si al Papa le siguen interesando los resultados de los partidos del fútbol argentino del último domingo, cómo no le va a importar el índice de inflación creciente, o los rumores de desestabilización denunciados por el propio gobierno. Francisco quiere y trabaja por una transición de poder ordenada en su tierra natal. Espera que Cristina termine bien su mandato y le entregue el bastón de mando quien surja de un ordenado y transparente proceso electoral. Qué la Argentina entienda en forma definitiva que la sucesión y alternancia del poder no significa el fin del mundo, mucho más en un sistema democrático. Todos los que lo ven, dicen que a Francisco eso le preocupa y muchos coinciden en que él les que pide que trabajen y recen por ello…además como siempre, de que también lo hagan por él.

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