economía
De Alberdi y por qué el Gobierno es una máquina de pobreza
Por Fernando Rezk
El mecanismo por el cual se emiten cada vez más Lebacs, es el mismo que regala ganancias al sistema bancario a la vez que desincentiva el valor del esfuerzo y la creación de riqueza.

Hace unos días me llegó una carta de mi tío, en la cual, al abrirla, se podían leer unas escrituras de Juan Bautista Alberdi (1810-1884): "El capital, es decir, la riqueza acumulada, es hijo del ahorro, y nieto del trabajo."

Sucede que el mismo día que leo esta hermosa carta, recuerdo que el gobierno eleva, permanentemente, los montos para asignaciones sociales, sean planes, subsidios, seguros de desempleo o asignaciones por hijo.

Esto, pienso, luego de la brutal represión a trabajadores callejeros, manteros, vendedores ambulantes, es al menos injusto. No tiene menos derecho quien trabaja, que aquel que vive de lo ajeno, y amparado por la ley. Ciertamente, deberíamos ajustarnos a derecho, pero al mismo tiempo, debería existir un Estado que permita que esas normas conduzcan la sociedad por el camino del esfuerzo.

Por ejemplo, en el sistema bancario, esto también ocurre.

Cuando se generan ganancias sin riesgo, mediante dos transacciones en un mismo lapso de tiempo, en finanzas se dice que existe arbitraje. De esta manera, si los bancos captan depósitos en pesos a 30 días, a una tasa de interés del 18%, pueden realizar arbitraje si invierten ese mismo dinero a 30 días a una tasa superior. Por ejemplo, prestándole al Banco central al 26,25%.

Una de las características del arbitraje, es que a medida que las personas o empresas lo realizan, las posibilidades de arbitraje se agotan, siempre y cuando exista un mercado competitivo: pensemos, por ejemplo, en una persona que vende 1 dólar en Catamarca, y compra ese mismo dólar hoy, 25 de abril, en Mendoza. Supongamos que realiza ambas operaciones por un medio electrónico. Si firma un contrato que establece el precio de venta mayor al de compra, digamos en un 4%, solo necesitaría comprar el dólar en Mendoza -más barato que en Catamarca- con venta asegurada, ganando un 4% de rentabilidad. A esto se lo denomina arbitraje.

Sin embargo, a medida que más personas compren dólares en Mendoza para venderlos en Catamarca, el precio en Mendoza subiría, hasta que ambos mercados ajusten, agotando las posibilidades de continuar con estos intercambios libres de riesgo. Por eso se dice que gracias a "los arbitrajistas", que hacen operar las leyes de la oferta y la demanda, las posibilidades de arbitraje se anulan, son de corto plazo y de bajo margen.

Ello debido a que compiten. Existe competencia, hasta que los precios en Mendoza y Catamarca ajustan. Esta es la ventaja de un mercado competitivo.

En el caso de las Lebacs (Letras del Banco Central), estos constituyen deuda para el Banco Central, pero son activos para los bancos, en una gran parte. Es decir, que los bancos le prestan sin riesgo al Banco Central, captando fondos a una tasa muy inferior desde los ahorristas.

Si bien este es un caso de "arbitraje", no está claro que el mercado ajuste por competencia. Para poder asegurar que hay un ajuste, deberíamos probar que a medida que ingresan capitales del exterior -o bien que más dólares salen de abajo del colchón- y el Banco Central emite más Lebacs, la demanda de Lebacs cae, una vez ajustados los dos mercados que comparamos, esto es, el mercado de Letras y el de divisas.

En este caso, por ejemplo, deberíamos poder probar que a medida que el tipo de cambio se aprecia, la preferencia por las Lebacs cae, pero esto es difícil de probar ya que, cuanto más barato es el dólar y más Lebacs emite el Banco Central, más alta es la tasa y mejor es el margen para el inversor.

A la vez, el activo (Lebacs), no oscila en el mercado, luego de su venta a los bancos, sino que su tasa se determina en un instante de tiempo, como una tasa fija. Como si el Banco Central fuera el arbitrajista que arbitra e implanta el precio a la manera de un socialista stalinista. Entonces, ¿qué tiene esto de arbitraje competitivo?

Aun así, si el asumiésemos que la autoridad monetaria fija un precio de equilibrio (de arbitraje) deberíamos poder observarlo inmediatamente en la cantidad de transacciones, es decir, que cada vez se adquieren menos Lebacs. Pero los hechos muestran que el total de Lebacs viene subiendo a un ritmo espectacular y que en el 67,2% de los pasivos no monetarios del Banco Central -pases pasivos (créditos que los bancos otorgan a 7 días al Banco Central) y Lebacs de similar tasa- están en poder de los bancos.

De acuerdo al último informe monetario del Banco Central (correspondiente al mes de marzo), el stock de pasivos no monetarios durante los últimos 12 meses se incrementó 60,89% (30,42% el total de Lebacs y 27,14% el total de Lebacs en manos de bancos). Y el 27,2% de los depósitos bancarios en pesos son Lebacs o bien pases pasivos también financian al Banco Central.

Luego, también podríamos pensar que si la inflación fuese superior al 26,25%, los bancos perderían, pero esto es falso: cualquier ganancia es un número positivo, que descontada la inflación es un número también positivo, aun en términos de poder adquisitivo (desafío para el lector). 

Esta política monetaria de suba de tasas plantea una mega indexación espuria del total de moneda nacional. Esto representa un ahorro forzoso sobre el salario real mediante subas de precios anticipados y por el envilecimiento del signo de valor y de las cuentas públicas. Para el caso en que el hacedor de política monetaria sea austero y antiinflacionario, debería tomar en cuenta el concepto de dinero en su globalidad (lo que los economistas denominamos M3*) y no solamente el circulante. Ello supone una coordinación con Hacienda. Caso contrario, fracasa.

En otras palabras, el Gobierno se financia en gran parte de los bancos y con esto financia los gastos de personas que gastan dinero ajeno y planes sociales con deuda tomada de los bancos, los cuales no afrontan riesgos y perciben elevadas ganancias.

El gobierno también regala dinero, por ejemplo, a los demandantes de crédito hipotecario para que le puedan demandar créditos a los bancos. Regala hasta $400.000 por solicitud de crédito para quienes deseen su casa.

No regala nada a los vendedores ambulantes para que desarrollen un comercio. Y tampoco a emprendedores. No estoy pidiendo que lo haga. Solo que reprimir a unos para regalarle a otros no suena propio de una Nación justa y que promueva el esfuerzo. Pienso que se valoraría mejor un sistema de crédito, donde a nadie se le regalara nada, se promoviese el esfuerzo, y la movilidad social, y se penalizara la usura.

Un sistema progresista y justo sería aquel donde exista acceso relativo al capital, sin usura, de manera universal.

Al respecto, decía también Alberdi: "El ahorro es una carga, como el trabajo, mayor todavía, porque implica privación voluntaria, además de trabajo previo, que lo es en sí".

Se deduce de esta hermosa frase, que ni los bancos basan su ahorro en el trabajo previo sino en prebendas. Ni quienes acceden al regalo de $400.000. Tampoco proviene del trabajo previo los planes sociales, ni subsidios sociales en general.

Mientras el Gobierno no valore el esfuerzo, reprima al trabajo, e incentive ganancias bancarias libres de riesgo, regale el dinero ajeno y subsidie la holgazanería, seguiremos siendo un país pobre.

Más aún, a medida que el proceso se profundiza, crecen tanto las necesidades de financiamiento del Banco Central, como las posibilidades de crisis del sistema, en caso de que el Banco Central quiera retornar a un punto de equilibrio general competitivo, que consistiría en que todas las tasas de colocación tiendan a equipararse, a partir de una baja futura en la tasa de interés.

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