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Argentina: paritarias en el candelero
Por Federico De Cristo
¿Lo que suceda en la Argentina con las paritarias afectará la inflación? Sí. Un ajuste de salarios acorde a la meta de inflación no recompone poder adquisitivo perdido. ¿No es mejor ajustar el déficit?

¿Lo que suceda en la Argentina con las paritarias afectará la inflación? Sí. En su Informe de Política Monetaria de mayo 2016, el Banco Central (BCRA) afirma explícitamente una expectativa de inflación para 2017 por debajo del 17%, para converger al 5% en 2019. Para ello, a partir de este año, se comenzó a implementar el esquema de metas de inflación. Lamentablemente, esta política tiene efectos no deseados: la experiencia indica que bajar una inflación moderada puede afectar el nivel de actividad y aumentar el nivel de desempleo, lo que podría ser atenuado moderando los ajustes salariales por inflación.

Para lograr el objetivo que se planteó, el gobierno fue atacando distintos frentes: emisión de dinero, tipo de cambio y ajustes de salarios. Cada frente alimenta la inflación en distinta forma: la emisión de dinero aumenta la demanda por sobre la oferta y genera inflación, aumentando la carga del impuesto inflacionario cuando la emisión es para financiar el déficit fiscal. Por otro lado, la suba del dólar aumenta los precios de productos importados y exportables, elevando el costo de vida. Finalmente, el aumento de salarios aumenta los costos de producción, que los productores trasladan a precios si la demanda está firme.

En el plano monetario, el actual gobierno reemplazó en gran parte la financiación del déficit con emisión de dinero por emisión de deuda. Durante 2016, el BCRA emitió letras y notas para limitar la emisión de dinero, y el gobierno emitió deuda interna y externa. Esto se tradujo en mayores tasas en pesos. Las cifras son elocuentes: en diciembre 2016 la base monetaria había crecido 26,6% interanual, contra una inflación del 36%, lo que significa una contracción real de 7%. En comparación, durante 2015 la base monetaria había crecido un 40,5%, casi 10% más que la inflación del 28% registrada según el Índice Congreso.

En el plano cambiario, el BCRA logró, mediante las altas tasas, que el dólar aumente relativamente poco. Una vez eliminadas las restricciones para compras de dólares oficiales y normalizado el mercado de cambios, el dólar solo aumentó un 20% hasta diciembre 2016. El aumento fue mucho menor a la inflación 2016 (36%), lo que generó un encarecimiento del país medido en dólares: los productos locales que en diciembre 2015 valían 10 dólares, en diciembre 2016 valieron 11,4 dólares.

Como consecuencia, al viajar los argentinos compran productos en el exterior que resultan relativamente más accesibles y representan una seria competencia para los productores locales, mientras que exportar resulta más difícil y parte de esa oferta se vuelca al mercado interno. La mayor oferta debería contener los aumentos de precios y reducir la inflación. Sin embargo, tiene el efecto no deseado de cierre de empresas que dejan de ser competitivas, lo que frena la actividad y aumenta el desempleo.

La otra variable clave que el gobierno busca atacar ahora son los salarios. El aumento salarial afecta dos aspectos importantes. Por un lado, el aumento de salarios es un aumento de costos de producción que el empresario deberá absorber, ya sea aumentando los precios o bien disminuyendo su ganancia (quitando atractivo a invertir y aumentar la actividad en ese sector).

El aumento de salarios y costos podría aumentar los problemas de algunos sectores productivos que hoy están ya en jaque por la competencia de productos importados. Luego del aumento de salarios (y costos) seguramente aumentará la presión para que aumente el tipo de cambio y compense los mayores costos, cosa que el BCRA resistirá, ya que dejó fuera de las variables que decidió manejar directamente al centrarse en la fijación de tasas de interés.

Otro aspecto clave sobre el aumento de salarios es el aumento de consumo que podría generar. La recomposición del poder de compra de los consumidores llevará a un aumento de demanda que podría alimentar la inflación. En este sentido, el gobierno está proponiendo aumentos salariales que no apuntan a compensar la inflación de 2016, sino a equiparar la suba de precios esperada del 17% para 2017. Si el aumento de costos y de poder adquisitivo ronda el 17%, sería esperable una suba de precios alineada a la meta del BCRA.

El éxito en la lucha por bajar la inflación dependerá en parte del compromiso del gobierno por disminuir el déficit fiscal. Si se mantiene el exceso de demanda del sector público, el ajuste recaerá sobre la demanda privada interna vía caída del poder adquisitivo del salario, o bien recaerá sobre las exportaciones netas vía mayor atraso cambiario.

Hasta ahora, las exportaciones sufren las consecuencias negativas de un dólar que aumenta menos que los costos internos, las familias ajustan el nivel de consumo mientras los precios aumentan más que los salarios, y los fabricantes sufren las subas de costos locales (salarios) frente a la competencia de los importados con un dólar estable y frenan inversiones cuando los márgenes de ganancia se comprimen.

Por todo esto, una reducción del déficit fiscal contribuiría a disminuir más rápido la inflación con menor necesidad de caída del poder adquisitivo y menor pérdida de competitividad.

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