Editorial
Ordenar el discurso, ordenar la tropa: Los desafíos de Massa
Por Ignacio Fidanza
El intendente de Tigre dio el paso más difícil: Competir en las elecciones. Sin embargo, las zonas grises de sus definiciones y las expresiones contradictorias de sus candidatos pueden jugarle en contra, si no se apura a condensar un mensaje claro.
Sergio Massa llegó donde llegó gracias a un astuto manejo del misterio, sobre su candidatura y su posicionamiento político. Pero ese tiempo murió en el preciso instante que se inscribió como candidato por una lista distinta a la del Gobierno. Ese hecho simple lo define: Es parte de la oposición.

Lo que falta es que traslade esa realidad al discurso. Y mientras pasan horas claves, mientras suena el tic tac letal del inicio de campaña, cuando todo el mundo lo mira a la espera de definiciones, Massa ofrece un blanco fácil para opositores declarados como Francisco de Narváez que se apuró a tildarlo de “Caballo de Troya” y “kirchnerista light”. La primera etiqueta puede ser una infamia, pero la segunda todavía no fue cabalmente desmentida.

Sobre todo si se escucha a algunos de sus candidatos. Darío Giustozzi se cansó de repetir ante los medios que estamos ante un fin de mandato, no un fin de ciclo ¿Si eso no es kirchnerismo con envoltura republicana, qué es?

Existe acaso una confusión entre el respetable propósito de evitar quedar atrapado en el juego de antinomias que tan bien plantea Cristina y eludir definiciones. Si acaso se busca encarnar la “superación” del ciclo actual, hay que ser muy preciso en definir que se rescata y que se cambiaría. Y ser muy preciso significa que no alcanza con decir: “Defendemos lo bueno y cambiaremos lo malo”.

Mientras continúa transitando ese terreno resbaladizo Massa enfrenta un riesgo mayor: Que su propio juego genere una dinámica de demanda pública o mediática de definiciones, que lo vayan obligando a ubicarse en uno de los extremos que quiere evitar. Lo natural sería anticiparse y enunciar las propuestas superadoras.

De cualquier manera, el derrotero obvio de la condensación del discurso de Massa es hacia la oposición, la gran pregunta es si será él quien controle los tiempos de ese proceso. Lo que está claro es que no es apelando a generalidades como mantendrá ese timón bajo control.

¿Porqué Massa está condenado a convertirse en opositor? No sólo porque su triunfo sería la derrota de la lista del Gobierno. Si se miran las encuestas la porción mayor de electores disponibles se encuentran en ese campo. Es un mundo de matices, pero es un mundo que no vota a Cristina. El que la vota a ella ya sabe que lista votar y no es la de Massa. O dicho de otra manera, si acaso se enamora de la idea de sumar un 10 por ciento de voto kirchnerista, puede perder un 30 por ciento o más de votos opositores.

“Con alguien nos vamos a tener que pelear”, sintetizó uno de sus seguidores.

Su deriva hacia la oposición es entonces inevitable, lo que no quiere decir que sea hacia una oposición cerril. “Somos la continuidad con cambio”, ensayaron en su momento los seguidores de Daniel Scioli. Se trata de un blend que cada uno irá elaborando según su paladar y oficio, pero no por ser oposición interna dejan de ser opositores. Y acaso por esa condición, su desafío para el poder sea mayor.

Es posible que sabiendo esto, Massa quiere ir graduando un proceso que tensionará a varios de sus aliados más importantes.

Y ese es el otro gran desafío que enfrenta. Hasta ahora el ex jefe de Gabinete eligió mostrarse como un primus inter pares, uno más del grupo de intendentes que lo siguen. Y de manera explícita difundió que todas las decisiones que tomó surgieron del consenso de ese núcleo.

Puede ser un mito amable, pero está claro que su tiempo también murió. Massa ya dejó bastante claro que su proyecto es la Presidencia en el 2015. De manera que lo que está en juego es ni mas ni menos que el liderazgo.

En ese sentido, su lista de candidatos a diputados nacionales no puede ser un club de libre pensadores donde algunos proclamen su adhesión a un kirchnerismo sin Cristina, otros se definan como “socialistas” y otros furiosos opositores. Es saludable y acaso alentador sumar lo distinto, pero debería condensarse bajo la impronta del líder que define la política.

Cristina que es un animal político feroz entendió en el aire que por donde su ex jefe de Gabinete ofrecía un flanco y lo interpeló desde la densidad de la política de poder real: "Un diputado acompaña un proyecto, no es un rejunte para ganar una elección".

Fue la campana de largada del nuevo tiempo, las inauguraciones de escuelas, cámaras, asfalto y luminarias como eje de posicionamiento quedaron atrás. Es el tiempo de definiciones políticas.

Ordenar la tropa, ordenar el discurso. Aunque lastime el ego de algunos de sus candidatos, Massa debería saber que es él quien logró encender la expectativa de una parte de la sociedad y si acaso surgen voces disonantes en el espacio que conduce, la confusión que irradian se la cargarán a su nombre.
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