Energía Nuclear
Un retroceso de más de 40 años
Por Carlos José Aga
El denominado Plan Nuclear Argentino atraviesa la última fase de su desmantelamiento, dejando en el pasado sus objetivos y los logros que había alcanzado.

El 31 de mayo se celebró un aniversario más de la creación en 1950 de la Comisión Nacional de Energía Atómica y desgraciadamente hay que señalar que, salvo por la formalidad del acontecimiento, no hay mucho para festejar.

Pese a las apariencias, el denominado "Plan Nuclear Argentino" atraviesa la última fase de su desmantelamiento, dejando en el pasado sus objetivos y los extraordinarios logros que había alcanzado.

Todas las acciones llevadas a cabo en gran parte de los 67 años de historia atómica, estaban orientadas a crear y consolidar una industria nuclear en el país, capaz de competir con las naciones líderes en las distintas aplicaciones de esta tecnología de punta, en especial para las grandes centrales de potencia.

Es por eso que, cuando se decide construir Atucha I el esfuerzo de la CNEA se concentró en que la central no constituyera una "caja negra", sino más bien una "caja gris" donde hubiera participación argentina en los suministros electromecánicos, los montajes y las obras civiles. Así, se logró, hacer el 90% de las obras civiles, fabricar en el país el 13% de los equipos y realizar el 60% de los montajes. Un gran logro para la primera central en todo el mundo de habla hispana.

La misma filosofía se aplicó cuando se decidió la construcción de la Central Nuclear Embalse en 1974, pero procurando ampliar aun más la capacidad local. La industria argentina aportó entonces el 100% de las obras civiles, 65% de los montajes, 40% de los suministros electromecánicos y, por primera vez, el 30% de la ingeniería se realizó por profesionales argentinos.

Cuando se completó esta unidad, ya se había comenzado la construcción de Atucha II y el denominado sector nuclear argentino ya tenía unas 240 empresas calificadas tecnológicamente para responder a estos grandes emprendimientos. Por entonces había alcanzado la capacidad de hacer la totalidad de las obras civiles, el 75% de los suministros y cerca del 65% de la ingeniería. Con ese contrato, el sistema de adquisición "llave en mano" había concluido.

Los contratos de "transferencia de tecnología" que el país había suscripto con Alemania y Canadá rindieron sus frutos, porque habíamos desarrollado una estructura tecnológica liderada por la CNEA suficientemente capacitada para recibir e interpretar correctamente esos conocimientos.

Paralelamente, justo al inicio de las obras de Atucha II el país alcanzó por sus propios medios el dominio completo del ciclo de combustible nuclear, un podio en el que ubicaba hasta ese momento sólo un pequeño puñado de naciones que eran las más avanzadas de la tierra.

El extraordinario éxito nuclear argentino despertaba admiración en todo el mundo. Y así llegamos a las primeras exportaciones tecnológicas con pequeños reactores, entrenamiento y formación de profesionales de muchos países en nuestro prestigioso Instituto Balseiro en Bariloche.

El "Plan Nuclear" contemplaba continuar con la instalación de otras tres centrales de potencia, después de 1987, cuando Atucha II entrara en servicio. Simultáneamente, se estaban construyendo las facilidades para producir el agua pesada para abastecer a estos reactores y un proceso de enriquecimiento del uranio en Pilcaniyeu.

Sin embargo, durante el gobierno de Raúl Alfonsín comenzaron las presiones para abandonar el desarrollo nuclear; y finalmente este proyecto de las tres centrales fue cancelado, al mismo tiempo que las obras de Atucha II comenzaban a languidecer a causa del retaceo presupuestario. Una buena parte de la industria nuclear entró en crisis, porque las grandes inversiones realizadas para acceder al alto estándar exigido por esta tecnología, perdían horizonte y sustentación. Esas empresas tuvieron pérdidas irrecuperables y finalmente sucumbieron.

El gobierno de Ménem, luego de fracasar en su intento de vender las centrales nucleares, decidió paralizar completamente el proyecto de Atucha II en 1994, cuando ya se habían entregado casi todos los componentes y se había completado el 90% de las obras civiles y 65% de los montajes. Tres años más tarde, también se canceló la actividad minera del uranio.

Esta parálisis se prolongó por espacio de 20 años. Tiempo más que suficiente para la extinción masiva de la industria nuclear, desapareciendo la totalidad de las empresas privadas que se habían desarrollado a partir de 1967, cuando se iniciaron los primeros trabajos en Atucha I.

Desde la cancelación del programa (hace 37 años) de tres centrales nucleares por el gobierno de Alfonsín, ya se hablaba de las mini centrales nucleares (especialmente del Carem) como un placebo con el que se entretiene desde hace casi cuatro décadas la burocracia nuclear, casi en los mismos términos que se lo hace hoy en día. Como un plan nuclear "de bolsillo", en cualquier sentido que los lectores quieran entender. Así, como reemplazo de los grandes proyectos de antaño, nació el "nucleomodelismo" argentino.

Al reactivarse la obra de Atucha II, en 2006, fueron muchos los recursos humanos y técnicos faltantes para completar lo poco que quedaba por hacer. Los más experimentados estaban jubilados, se habían ido del país o habían fallecido. Con la extensa parálisis, el recambio generacional que es tan importante en las organizaciones tecnológicas, está quebrado. Hay que resaltar el mérito extraordinario de quienes lograron armar la central a pesar de tantas limitaciones, pero no hay que desconocer que se trata de un fracaso resonante provocado por la política seguida.

Atucha II, una central diseñada en los años ‘70, se conectó a la red con 27 años de atraso, siendo la central nuclear más costosa del mundo, para sus escasos 745 MW de potencia. Según las autoridades de ese momento, en los ocho años que mediaron entre su reactivación y su puesta en marcha, el gobierno invirtió 14.000 millones de dólares, es decir, el equivalente a seis centrales del plan nuclear original si se suma todo lo hecho desde 1982.

Y esto es serio, porque las importaciones de energía cuestan hoy tanto como los intereses de la deuda externa. De haber utilizado bien el dinero malgastado, tendríamos todas esas centrales operando y no haría falta importar energía, sino que por el contrario, estaríamos exportando, generando riqueza para país.

En cuanto a Atucha I, su futuro es incierto ya que han pasado 43 años desde su puesta en marcha con una vida útil programada para 30. Embalse, fuera de servicio desde diciembre de 2015 para realizar un programa de extensión de su vida útil ya presenta desvíos en sus cronogramas y no se puede saber con exactitud cuando volverá a funcional.

Para colmo, dado la clausura de la producción local, la totalidad del uranio que se consume en la Argentina es importada. Este escenario que tenemos es exactamente lo contrario de lo planificado: una dependencia de proveedores internacionales que, por diversas circunstancias, podrían cortar el abastecimiento de este elemento, clausurando la actividad nuclear argentina en su totalidad.

El acuerdo con China, gestado por el gobierno de Cristina F. de Kirchner y ratificado por Mauricio Macri en su reciente viaje, más que una solución para la continuidad será la lápida final del plan nuclear.

A cambio de préstamos que el gobierno no consigue en otras partes, y atado a otras obras inconvenientes como las represas sobre el Río Santa Cruz, hemos vuelto a comprar "llave en mano", es decir un retroceso que nos transporta a 1967. Y además, lo hacemos mediante contrataciones "directas", es decir, sin licitación con lo que Argentina queda atada tecnológicamente a China, a sus ingenieros y técnicos y sobre todo a sus proveedores. El convenio también implican cambios en el tipo de reactor y combustible con lo que ya no habrá compatibilidad ni de insumos, ni de repuestos ni de consumibles.

Se trata de dos unidades que serán construidas por la Corporación Nuclear de China que costarán 14.700 millones de dólares, de los cuales China aportará 12.500 con un crédito a devolver hasta el año 2038, con un interés anual del 4,8%, más el seguro de riesgo que los bancos chinos aplicarán a nuestro país.

Como "frutilla" del postre, el día 9 de mayo de 2017 se confirmó oficialmente que se había producido un atentado contra un trabajador utilizando material radiactivo sacado clandestinamente de alguna de las instalaciones nucleares.

A pesar de la gravedad del hecho criminal en sí, esto tiene otras implicancias gravísimas porque lo que se ha descubierto destruyó la confiabilidad internacional sobre las actividades nucleares que se realizan en nuestro país. El hecho demuestra que, en violación a nuestras propias normas de seguridad y a los requisitos de los Tratados Internacionales de los que el país forma parte, es posible que materiales nucleares sean sacados de las zonas controladas por manos anónimas y con fines desconocidos. Algo que nunca había ocurrido y que seguramente llevará al país a sentarse en el banquillo de los sospechosos ante los organismos nucleares internacionales.

31 de mayo ex día de Energía Atómica. 

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