El veto a la ley antidespidos confirmado este mediodía por Mauricio Macri por ahora no corre riesgo, porque la oposición no alcanza en el Congreso los dos tercios para desecharlo y ratificar el proyecto original, que impide echar empleados por seis meses y habilita la doble indemnización sólo si alguno opta por dejar su puesto. 

En la madrugada de ayer, Cambiemos demostró que puede estar tranquilo en Diputados: las abstenciones llegaron a 88 y sin al menos tres de esos legisladores el resto de la oposición jamás tendrá los 172 votos requeridos para rechazar un veto. 

Queda más lejos si se suman los tres votos en contra (Horacio De Mendiguren; el chubutense Sixto Bermejo y el salteño Alfredo Olmedo) y varias de las 18 ausencias que fueron en clara disconformidad con el veto a los despidos.

Seis de esas bancas vacías pertenecían a oficialistas o aliados y entre los demás hay muchos aliados eventuales, incapaces de mover las fichas contra el Gobierno.

Claro que si llegara a tratarse el veto estos diputados tendrían que permanecer en sus bancas, porque los dos tercios se cuentan sobre los presentes al momento de la votación.

Aunque quizá el conteo en la Cámara baja no exista nunca, porque antes el veto debería tratarse en el Senado, donde fue aprobado originalmente con 48 votos, justo los dos tercios.

Claro que para llegar a ese número fue clave el aporte del Frente para la Victoria-PJ, que alcanza 42 votos entre propios y aliados y cerca de una veintena responden al llamado de los gobernadores.

El acuerdo por la coparticipación calmó los ánimos y en la sesión de Diputados ya hubo algunas muestras de distensión: la salteña Eva Isa y la riojana Teresa Madera se desmarcaron del Bloque Justicialista y se fueron a la hora de votar.

Además, los senadores no están dispuestos a mover un dedo si no es por una nueva presión de los sindicatos, que motorizaron la ley antidespidos con visitas a las dos cámaras, pero luego de visitar la Quinta de Olivos no volvieron a hablar del tema.

Se descuenta que les llegó la hora de sacarle el jugo a la pelea. “Los tiempos de los sindicatos son otros. Hay momentos donde desaparecen para negociar, pero nunca es definitivo”, interpretaba esta semana un diputado sindical, para explicar la desaparición de sus socios.

Héctor Recalde fue uno de los más golpeados por el silencio de los gremios, tras varios intentos fallidos para poblar las gradas del recinto con líderes sindicales. Ninguno quiso dar la cara.

Ni siquiera el metalúrgico Antonio Caló, quien tras cerrar la paritaria en un 33% se alejó de los micrófonos y solo habló con Recalde por gestión del diputado Abel Furlán, también de la UOM.  

"Vamos a tomar los recaudos dentro de la ley para poder ratificar la aprobación, aunque sabemos que en Diputados es más difícil que en el Senado”, admitió hoy el abogado kirchnerista.

Sin embargo,  cuando lo recibió el martes Miguel Pichetto le dejó claro que no quería volver a hablar de la ley antidespidos y le recordó que no maneja la totalidad de su bloque y menos a la decena de opositores que también aprobó el proyecto.

Algunos de ellos son Adolfo Rodríguez Saá, el sindicalista petrolero Guillermo Pereyra, Jaime Linares, cercano a Margarita Stolbizer; y los massistas Miriam Boyadjian y Alfredo Luenzo.

Otro que votó a favor esa noche fue el santiagueño Gerardo Zamora, esposo de la gobernadora Claudia Ledesma.

Con más de una década de negociaciones en la Casa Rosada, Zamora aprovechó este incómodo debate para ir negociar fondos con Rogelio Frigerio.

Su zigzagueo fue constante: mandó a su coterránea Ada Itúrrez a irse en la votación del Senado, sus diputados no dieron quórum a la sesión convocada por el Frente para la Victoria, pero el miércoles cinco de los seis apoyaron. Ya era cosa juzgada.