En el Gobierno leen con optimismo la pelea de los asados que se desató en el peronismo con el regreso de Sergio Massa y estiman que esa fractura será una clave para que Mauricio Macri logre afianzarse en el poder durante su primer año de mandato.

El reciente asado que compartió Massa en Pinamar con Diego Bossio y Juan Manuel Urtubey generó una ebullición en el kirchnerismo, que se encuentra sin conducción al mismo tiempo que algunos intendentes encabezados por Martín Insaurralde quieren apostar a la unidad del Frente para la Victoria para ir a las elecciones legislativas del 2017 detrás de la candidatura a senador nacional de Daniel Scioli.

La ruptura pública del PJ que provocó la irrupción de Massa blanqueó la división del peronismo tradicional con La Cámpora. Hoy mismo el titular de “la orga”, Andrés “Cuervo” Larroque, dijo que el cónclave en Pinamar generó una "foto que remite a un ego-pejotismo".

“Cuantos más asados hagan sin ponerse de acuerdo, mejor para nosotros”, dijeron a LPO en la Rosada.

En el Gobierno creen que la división del peronismo les podría facilitar las negociaciones en el Congreso y usan como ejemplo a la situación crítica que atraviesa el kirchnerismo en la Legislatura bonaerense.

Como explicó LPO, un grupo de 14 diputados bonaerenses del Frente para la Victoria ya aseguraron a los negociadores del PRO que votarán mañana un endeudamiento de unos 60.000 millones, una definición que está haciendo implosionar a la bancada kirchenrista y ya divide a los intendentes. En ese sentido, el intendente camporista de Moreno, Walter Festa, advirtió esta tarde que se está rifando “el futuro de la provincia de Buenos Aires”.

En simultáneo con la crisis del peronismo, Macri está haciendo efectiva la estrategia que planeó para los primeros meses de su gobierno, que consiste en una agenda de diálogo con los gobernadores para diferenciarse de la escuela del garrote impuesta por el cristinismo en los últimos años. En ese sentido, sus funcionarios ya recibieron al menos dos veces a todos los gobernadores, a excepción del rionegrino Alberto Weretilneck.

En el Gobierno también comenzaron a recibir intendentes opositores en los despachos de la Rosada y aseguran que con el correr de la gestión macrista buscarán atraer a los dirigentes menos “talibanes”. En ese sentido, asoma tentadora la figura de Florencio Randazzo, que mantuvo parte de su estructura en Interior y le habría dicho a su equipo que retornará a la pelea política en marzo.