Editorial
La ironía de la historia
Por Gustavo Nahmías
Los gobiernos que se sucedieron a partir de 1983, trajeron una multiplicidad de discusiones referidas a la implementación de políticas en DDHH que fueron desmontándose a fuerza de luchas, militancia, escritos, y trabajo intelectual.

Durante el gobierno de Raúl Alfonsín, se publicó en 1984 el Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de las Personas (CONADEP) titulado Nunca Más.

Dicho informe señalaba la existencia de aquello que durante años había sido murmurado, visibilizando a partir de declaraciones y testimonios de las víctimas, la desaparición; torturas; secuestros; centros clandestinos de detención. Pero a la vez, brindaba una versión hegemónica sobre las relaciones de causalidad que originaron la violencia estatal entre 1976 y 1983.

El Nunca Más fue la manifestación de un “discurso sedante”, porque aseguraba que no volvería a suceder y operaba por sobre todos los sectores sociales.

Era un discurso que horrorizaba, a la vez que paralizaba y tranquilizaba.

El presente se volvía inmaculado, al encapsularse el pasado en una violencia abstracta y la edificación de dicotomías políticas funcionales a ese contexto político.

En el prólogo del libro Nunca Más de 1983 se presenta al terror y al terrorismo de Derecha e Izquierda“A los délitos de los terroristas, las FFAA respondieron con un terrorismo infinitamente peor”.

La teoría de los dos demonios fue el tópico de la transición democrática que atravesó toda la formulación discursiva y la imposibilidad del reconocimiento del carácter histórico, tanto del fenómeno como de sus actores.

La teoría de los dos demonios suponía tres componentes básicos: un demonio que había convulsionado con su terror a la sociedad, y que provocó al demonio que aplicó una violencia sistemática e “infinitamente peor”; en el medio una sociedad “inocente” y ajena a todo el proceso que sufrió las consecuencias; y las víctimas, que asumían a partir de esta operación, el doble semblante de demonización y angelización.

Ambas violencias aparecen en el prólogo del Nunca Más como externas, ajenas a la sociedad y a los procesos históricos.

Lo que se presenta es una abstracción de relaciones sociales e históricas y el entramado de fuerzas en su lucha política es reemplazado por sujetos abstractos. El Estado previo al golpe del 24 de marzo de 1976, como el que se inicia en la dictadura con su llamado Proceso de Reorganización Nacional, están en dicho prólogo atravesados por fuerzas ahistóricas que serán restituídas por el precoz Estado democrático.

Lo que aportará como novedad este relato, es el reconocimiento de un terror sistemático, planificado y racional de una represión caracterizada como “terrorismo de Estado”. Sin embargo, este reconocimiento quedará estancado dejando truncas sus potencialidades. El terrorismo de Estado como práctica estatal aparecerá por su propio carácter excepcional, exento de errores y excesos.

Tanto la violencia originaria como su respuesta desmedida se presentarán a la sociedad como una anormalidad que viene a dejar atrás el nuevo Estado democrático

El Estado que instrumentó el terror sistemático, se reconstruye a sí mismo en democracia como un aparato institucional despojado de estatalidad.

La democracia incipiente con su teoría de los dos demonios excluía y exorcizaba, el terror del pasado.

[…] únicamente la democracia es capaz de preservar a un pueblo de semejante horror […]sólo ella puede mantener y salvar los sagrados y esenciales derechos de la criatura humana. Únicamente así podremos estar seguros de que NUNCA MÁS en nuestra patria se repetirán los hechos que nos han hecho tan trágicamente famosos en el mundo civilizado (Nunca Más:)

De su vaciamiento histórico surge así la disfuncionalidad de sus prácticas.

Madres, abuelas, hijos, famililares de asesinados y detenidos desparecidos, junto con organismos de derechos humanos encarnaron durante años una lucha constante por la Memoria la verdad y la justicia contra la impunidad, ante la sanción de las leyes de Punto final y obediencia debida, así como los decretos de indulto durante el gobierno de Carlos Menen.

El vuelco sustantivo se produjo en el 2003 al asumir Nestor Kirchner como presidente de la Nación y plantear como política emblemática de su gobierno la vigencia irrestricta de los DDHH como fundamento del Estado Democrático. –

El 2 de septiembre de 2003 el Poder Ejecutivo promulgó la ley 25.779 que declaró la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final que impedían que los responsables de los delitos de Lesa Humanidad fueran juzgados.

El discurso de Néstor Kirchner en la ESMA en el año 2004 y su pedido de perdón “en nombre del Estado nacional por la vergüenza de haber callado durante veinte años de democracia” fue un soplo de reconocimiento desde el Estado a una demanda pendiente que vinculaba el pasado y el presente sin sujetarse a ningún tipo de mediación.

La Corte declarará -el 14 de junio de 2005- la inconstitucionalidad de estas normas y se desarrollaran en el país juicios orales y públicos por delitos de lesa humanidad cometidos por la dictadura cívico- militar confirmando así su carácter imprescriptible.

El nuevo prólogo de la reedición del Nunca Más en el año 2006, al cumplirse 30 años del golpe, conserva su prólogo original y reafirma su contexto histórico político y el valor de los DDHH insistiendo en la necesidad de JUSTICIA.

Pero como si se tratara de una ironía de la historia, ese mismo año el 18 de septiembre de 2006 -un día antes de la lectura de los alegatos del juicio que condenó a reclusión perpetua al ex director de investigaciones de la bonaerense Miguel Etchecolatz- desapreció por segunda vez Julio López, en aquella madrugada en la que se preparaba para volver a verle la cara a quién había sido su secuestrador y contra quién había declarado en el juicio.

En consonancia con un espíritu de época, la reedición del nuevo prólogo que luego de 30 años venía a historizarse, que había desarmado a fuerza de luchas la teoría de los dos demonios, anulando las leyes de impunidad y encauzando los juicios contra los genocidas quedó fallida, hiriendo la vitalidad de nuestra democracia.

Se trata de una presencia ausente, una herida profunda a nuestra democracia que exige memoria y justicia.

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  • 1
    mpalatino
    15/04/14
    21:45
    Al articulista,deberia interesarle también que se haga justicia con los terroristas que en periodos democraticos (gobierno del Grl Perón y el Dr. Alfonsin ) asesinaron gente a mansalva con apoyo de sectores del Estado y Países terroristas (Cuba URSS, etc) que también son delitos de "lesa humanidad" según el tratado de Roma. ¿Los familiares de esas víctimas carecen de derechos a la reparación? Los asesinos liberados por Campora, , los del asalto al cuartel de La Tablada y los miles de asesinatos, secuestros, bombas, toma de cuarteles, y localidades etc, no cuentan.? cuándo se termine la hipocresía, tronara el escarmiento.
    Responder
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