Estados Unidos
La guerra de Trump con el conservador Freedom Caucus que divide a los republicanos
El fracaso de la reforma del Obamacare por el boicot conservador, encendió la furia de Trump.

Se veía venir. Desde el sábado pasado cuando Trump de la nada recomendó a sus seguidores en Twitter que vieran el programa de Jeanine Pirro en la conservadora Fox, "esta noche a las 9". A pocos sorprendió que justo esa noche, un día después de que la propuesta de ley de salud se desplomó en la Asamblea de Representantes, la conductora del programa y amiga de muchos años de Trump demandara que Paul Ryan, presidente de la Asamblea y autor de la ley, renunciara a su puesto.

"Vocero Ryan, llegas con todo tu estilazo y experiencia y les vendes una ley que termina siendo un rotundo fracaso, y permites que nuestro Presidente se exponga de esa manera en sus primeros 100 días, con base en qué", ladró Pirro.

Resulta irónico que fue justo el impacto que el Tea Party tuvo en la política norteamericana en las elecciones de 2010 lo que permitió que una figura como Trump llegara a la presidencia. Hoy se han convertido en sus principales adversarios en el partido

Aunque Trump aseguró no tener idea que Pirro atacaría a Ryan, quedó claro que la guerra contra el legislativo había arrancado.

Resulta irónico que fue justo el impacto que el Tea Party tuvo en la política norteamericana en las elecciones de 2010 lo que permitió que una figura como Donald Trump llegara a la presidencia. Hoy se han convertido en sus principales adversarios al interior del partido.

Sin embargo, las baterías de Trump rápidamente apuntaron a los que ve como los verdaderos responsables de su humillación: el Freedom Caucus, una sub-bancada al interior del Partido Republicano integrada por alrededor de 35 asambleístas (el grupo no difunde la lista exacta de miembros) que se apegan a principios ultraconservadores y de la filosofía libertarian y los lidera el congresista Mark Meadows de Carolina del Norte.

Muchos forman parte o simpatizan con el movimiento Tea Party. Resulta irónico que fue justo el impacto que el Tea Party tuvo en la política norteamericana en las elecciones de 2010 lo que permitió que una figura como Donald Trump llegara a la presidencia. Hoy se han convertido en sus principales adversarios al interior del partido.

El líder del Feedom Caucus, Mark Meadows.

Durante las semanas de estira y afloja para conseguir los votos requeridos para aprobar el Trumpcare, los más férreos opositores a la reforma propuesta fueron los miembros del Freedom Caucus. Si bien los demócratas protestaron la ley por quitar beneficios y dejar a 25 millones de norteamericanos sin seguro médico, el Freedom Caucus la rechazó por considerarla "Obamacare lite", y es que en su visión de un mundo perfecto, el Gobierno debe limitarse al Ejército y a la política exterior.

Si bien esta postura está en sintonía con la visión del vocero Paul Ryan, lo cierto es que Ryan es más pragmático, mientras que el Caucus está dispuesto a llegar a las últimas consecuencias. Como ejemplo: miembros de este grupo contribuyeron a paralizar el Gobierno durante dos semanas en 2013 al negarse a autorizar el presupuesto federal.

El contrataque de Trump comenzó el lunes pasado, cuando, aún dolido por el fracaso del viernes, tuiteó que el "Freedom Caucus fue capaz de arrebatar la derrota de las fauces de la victoria" en el Congreso. "[Los] demócratas están sonriendo en DC porque el Freedom Caucus [...] salvaron Planned Parenthood y Obamacare".

La segunda amenaza llegó cuando sugirió estar dispuesto a lidiar con los congresistas demócratas para lograr sus objetivos legislativos, lo que dejaría a los republicanos ultras sin poder de negociación.

El jueves Trump escaló los ataques, amenazando abiertamente las curules de los miembros de la bancada desde su tribuna favorita: Twitter.

"El Freedom Caucus lastimará toda la agenda republicana si no se unen al equipo, y rápido. Debemos derrotarlos, y a los demócratas, en 2018", afirmó.

Hasta ahora el converso más vocal ha sido Ken Buck, congresista de Colorado, quien publicó una editorial abierta en el portal político The Hill. Buck abandonó al grupo el fin de semana pasado, cuando dijo estar en desacuerdo con sabotear la propuesta de ley de Trump y Ryan. En su texto, que fue compartido con orgullo por Trump en Twitter, el congresista aseguró que había apoyado la American Healtcare Act (Trumpcare), "porque era el voto correcto", aunque dijo que no había sido fan desde el principio. "Estados Unidos necesitaba esta ley para iniciar el proceso de reparación del sistema de salud".

Más tarde, Trump arrobó a tres de los líderes de la bancada y les dio un azote: "Si Mark Meadows, Jim Jordan y Raul Labrador se alinearan tendríamos gran sistema de salud y un recorte masivo de impuestos y reforma".

El congresista ultraconservador Raúl Labrador.

A pesar de la embestida, los miembros de la bancada no mordieron el anzuelo. El New York Times recabó algunas de las respuestas de miembros del Freedom Caucus: "La intimidación podrá funcionar con algunos en el corto plazo, pero nunca funcionará de verdad a largo plazo", dijo el asambleísta Mark Sanford, y agregó que el rechazo debía interpretarse como que era una ley mal armada: "Lo que no puedes hacer es dispararle a los mensajeros".

Por su parte, el congresista de Virginia Tom Garret citó el tuit de Trump y agregó "¿Síndrome de Estocolmo?", sugiriendo, según conjeturaron Martin y Steinhauer del Times, "que el presidente se ha convertido en un cautivo del establishment republicano al que castigó con tanta alegría durante la campaña".

Se trata de un presidente con 36% de aprobación que ha visto su capital político desplomarse en tan sólo 70 días de gestión. No es el Trump todopoderoso que destruía republicanos durante las primarias.  

Hay que recordar que cuando aún estaba en juego el Trumpcare la semana pasada, el estratega y ex director de Breitbart Steve Bannon, entró furioso a una reunión del Freedom Caucus en la Casa Blanca y amenazó: "Miren muchachos. Esto no es una discusión. Esto no es un debate. No tienen otra opción más que votar por esta ley".

Después del despliegue de Bannon, quien probablemente está más acostumbrado a lidiar con empleados que con congresistas, un asambleísta le respondió: "Sabes, la última vez que alguien me ordenó hacer algo, yo tenía 18 años. Y era mi papá. Y tampoco a él le hice caso".

Otros miembros del grupo ni siquiera tomaron en serio las amenazas del presidente. El asambleísta de Arizona David Schweikert opinó sobre los tuits: "Curiosamente me parece bastante banal. Estamos acostumbrados. Viene con el territorio. No es el primer presidente que nos ataca, aunque es el primero de nuestro propio partido".

La falta de impacto quizás tenga que ver con que las amenazas de Trump por Twitter se han vuelto tan comunes que a estas alturas es difícil tomarlas en serio. Se trata de un presidente con 36% de aprobación que ha visto su capital político desplomarse en tan sólo 70 días de gestión. No es el Trump todopoderoso que destruía republicanos durante las primarias.

Adicionalmente, la ley que buscaban pasar tenía apenas 17% de aprobación entre la población, quienes rápidamente entendieron que la propuesta distaba mucho de lo prometido durante la campaña.

El siguiente esfuerzo legislativo parece que será la reforma fiscal. Otro objetivo de campaña que promete ser tan difícil de lograr como las demás.

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