Había pasado la 1 de la madrugada y La Cámpora no tenía razón de ser en la sesión de Diputados. Héctor Recalde y los movimientos sociales habían acordado con el Gobierno tratar la Emergencia Social y Ganancias la semana próxima y eran ajenos al temario que restaba para cerrar la jornada. 

Máximo Kirchner arribó junto a la mayoría de sus laderos ni bien se inició el tratamiento del proyecto para regular los debates presidenciales y uno a uno fueron pidiendo la palabra para enumerar las promesas incumplidas de Mauricio Macri, en aquel mano a mano con Scioli previo al ballotage. Una remake del disparatado proyecto para consagrar el Día de la Mentira.

Diego Bossio también ingresó en ese instante y mientras escuchaba al camporista Marcos Cleri se encontró con una sorpresa: Mayra Mendoza solicitaba una interrupción para acusarlo de traidor por haber abandonado el bloque FpV-PJ.

 Tan extemporánea fue la aparición de la quilmeña en la sesión que un desentendido Cleri intentó seguir hablando y la radical Patricia Giménez, a cargo de la sesión, le explicó que su compañera lo había dejado sin tiempo y Bossio, por ser aludido, tenía el derecho a responder. 

Axel Kicillof fue el único camporista que se quedó hasta el final de la sesión: El resto de sus compañeros se retiraron luego que Mayra Mendoza provocara a Bossio, la misión ya estaba cumnplida.

El ex Anses se descargó contra el panel de La Cámpora, cuyos referentes rieron y terminada la votación de la ley de debate abandonaron el recinto. No les importaba nada más.

Mendoza lo conoce a Bossio porque fue su funcionaria antes de ser diputada y conservaba buena relación con él. También la tenía Cristina Kirchner, pero cortó el diálogo en enero cuando lo vio almorzar junto a Juan Urtubey y Sergio Massa en Pinamar. Sin nombrarlo, tres meses después cristalizó la rabia por su partida en aquel acto de retiro, tras declarar en Comodoro Py.  

Por su influencia en los programas más relevantes del Gobierno de Cristina, Bossio siempre fue un personaje resistido por La Cámpora. 

Torpemente, en su réplica de esta mañana Eduardo Wado De Pedro dejó traslucir que fue Máximo Kirchner quien frenó la carrera a la gobernación del ex Anses: dijo, sin pensarlo, que el hijo de la presidenta lo apadrinó en la lista de diputados de la Provincia, sin aclarar que con la misma lapicera lo podría haber dejado competir para suceder a Daniel Scioli.

Axel Kicillof fue el único camporista presente hasta el final de la sesión, señal de que no está entre los que hacen seguidismo de Máximo, si es que lo hizo alguna vez. 

Como con Bossio, al hijo de Cristina no le simpatiza el perfil mediático del ex ministro y ya tomó medidas: no lo deja ir a la televisión y envía a C5N a quien fuera su segundo, Emmanuel Álvarez Agis.

Kicillof es uno de los diputados del FpV-PJ más activos en las comisiones y en el recinto, pero rara vez tiene consenso para negociar y por eso sus pares de otros bloques ya ni le pasan agenda.

En la madrugada de ayer, estuvo peregrinando en el Salón de Pasos Perdidos en busca de consenso para modificar la ley de tarjetas, pero nadie le prestó atención.

Máximo lo prefiere quieto porque su misión, con escenas como las de esta madrugada, es que el protagonismo lo recupere La Cámpora, cada vez con menos roles. 

Fuera del poder e interesada en posicionarse para 2017, la ex presidenta busca puentes con diferentes sectores y para eso sus discípulos no siempre hacen falta.

“Ustedes no tienen que hablar con La Cámpora, sino conmigo”, tranquilizó a ex militantes kirchneristas enemistados con la agrupación de su hijo.

El martes no tuvo problemas en desautorizarlo: llamó a Héctor Recalde y a Kicillof para decirles que debían apoyar la emergencia social en la sesión especial prevista para el jueves, aun cuando La Cámpora la había repudiado el viernes, cuando las organizaciones sociales coparon la plaza del Congreso. 

Cristina no tiene problemas en desautorizar a la agrupación que conduce su hijo. El martes llamó a Recalde y Kicillof para decirles que debían apoyar la Emergencia Social que La Cámpora había repudiado.

Más fuera de juego quedaron cuando Rogelio Frigerio y Alfonso Prat Gay acordaron la agenda parlamentaria con referentes de todos los bloques.

La escena no podía ser peor para Máximo: su ex compañero Leonardo Grosso, del Movimiento Evita, que solía sentarse junto a Mayra Mendoza en los albores camporistas, celebraba los 30 mil millones de pesos que el Gobierno le girará a los trabajadores de la economía popular. Grosso, otro de los que dejó el FpV, fue uno de los primeros en pedir la ley de emergencia social que movió los cimientos del Gabinete.

“La Cámpora no tiene otro rol que hacer algún acto o recibir a Cristina. Y necesitan hacerse notar”, confesó a LPO uno de los miembros del bloque FpV-PJ, que observa atónito como los camporistas suelen romper cualquier intento de acuerdo, pero ya sin otro destino que el  aislamiento. 

Uno de los últimos encontronazos fue con el chaqueño Juan Pedrini, quien junto a José Luis Gioja (ya ni va al bloque) propuso aprobar la reforma política sin boleta electrónica. Justo lo que pidieron los senadores.

Bossio coleccionó apoyos durante el día, aunque por lo bajo muchos de sus pares dicen que hubieran preferido que no le suba el precio a los camporistas.

"Los argentinos estamos cansados de los métodos que entienden la lógica del enfrentamiento y la persecución del que piensa distinto como algo natural. La Cámpora está encontrando el freno a esta lógica y Diego Bossio representó en sus palabras de la sesión legislativa lo que muchos pensamos", lo respaldó el sindicalista Oscar Romero, el jefe del bloque Justicialista, creado por Bossio en enero. Ese que tanto molestó a La Cámpora.