05 de mayo, 2024
Editorial
Ser y Tener
 | La imputabilidad penal de los jóvenes ocupó las primeras planas luego del crimen del ingeniero Barrenechea. La televisación de la exclusión social y la capacidad adquisitiva como medida social. |
El tema de los jóvenes y su imputabilidad penal abarcó el debate de la última parte del año, a partir de una creciente televisación de la violencia urbana. La muerte del ingeniero Barrenechea en la zona norte del gran Buenos Aires fue su punto culminante.
A partir de este hecho surgieron los más variados debates, desde la criminalización de la pobreza sostenida por numerosos comunicadores y funcionarios hasta la participación de ministros de la Corte Suprema de Justicia refutando estas opiniones.
Pero sin lugar a dudas un programa de TV de Samuel “Chiche” Gelblung entrevistando a dos jóvenes de 21 y 18 años vecinos de la villa La Cava de San Isidro mostró en vivo y en directo la problemática en una de sus aristas más complejas: el tema de la inclusión y la exclusión social.
El mayor de los jóvenes entrevistados había abandonado la escuela en la primaria, actualmente era desocupado, padre de una hija de un año y medio, vivía con su mujer e hija en la misma casa de sus padres, sin trabajo tampoco. El menor, de dieciocho años, no tenía hijos, era soltero, y había trabajado hasta siete meses antes de cerrajero, tampoco completó el colegio primario y vivía con sus padres, también desocupados.
Ante las distintas preguntas del conductor las respuestas eran monosilábicas. Relataron que el día de ellos transcurría mirando televisión y juntándose en la esquina con los amigos tomando cerveza y escuchando música.
La conversación se puso caliente cuando Gelblung –siempre elegantemente vestido- elogió las remeras Nike impecables que ambos tenían y luego sus zapatillas Adidas.
Allí los jóvenes pasaron a la ofensiva, y extendiendo sus frases le repreguntaron al periodista “Esta ropa es sólo para tipos como vos, ¿cuánto ganás aquí?, decímelo. Vos debés tener mucha guita y te podés comprar muchas cosas”.
Le dijeron que si él sabía cuanto costaba ese lindo reloj que el conductor televisivo lucía en su muñeca, demostrando un gran saber. Los jóvenes dejaron un anhelo al finalizar la entrevista, que tanto ellos como sus padres pudieran conseguir trabajo.
Recordé una gran frase que escuché, creo, de Juan Domingo Perón “La televisión es alguien que entra a la casa de todos sin pedir permiso”. Hoy, la misma enseña que tener es mejor que ser.
El canal Encuentro muestra cursos de distintos oficios (electricidad, carpintería, etcétera). Esta importante iniciativa es transmitida por señal de cable privado, al que difícilmente quienes más lo necesitan, puedan acceder. ¿No sería imperioso que estos cursos fueran otorgados para los 400.000 jóvenes, que según el ministro de de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, pasan pos sus mismas condiciones en el gran Buenos Aires?
¿No podría el Gobierno otorgar becas para incentivar que estos jóvenes puedan capacitarse? ¿No podría exigir que las empresas que llevan adelante las obras públicas todos los días anunciadas en noticieros de TV los contraten?
Los resultados serían inminentes, las becas serían menos costosas que pagar un mes de cárcel por cada chico. La democracia recuperaría su credibilidad y por fin la televisión enseñaría que ser es mejor que tener.
A partir de este hecho surgieron los más variados debates, desde la criminalización de la pobreza sostenida por numerosos comunicadores y funcionarios hasta la participación de ministros de la Corte Suprema de Justicia refutando estas opiniones.
Pero sin lugar a dudas un programa de TV de Samuel “Chiche” Gelblung entrevistando a dos jóvenes de 21 y 18 años vecinos de la villa La Cava de San Isidro mostró en vivo y en directo la problemática en una de sus aristas más complejas: el tema de la inclusión y la exclusión social.
El mayor de los jóvenes entrevistados había abandonado la escuela en la primaria, actualmente era desocupado, padre de una hija de un año y medio, vivía con su mujer e hija en la misma casa de sus padres, sin trabajo tampoco. El menor, de dieciocho años, no tenía hijos, era soltero, y había trabajado hasta siete meses antes de cerrajero, tampoco completó el colegio primario y vivía con sus padres, también desocupados.
Ante las distintas preguntas del conductor las respuestas eran monosilábicas. Relataron que el día de ellos transcurría mirando televisión y juntándose en la esquina con los amigos tomando cerveza y escuchando música.
La conversación se puso caliente cuando Gelblung –siempre elegantemente vestido- elogió las remeras Nike impecables que ambos tenían y luego sus zapatillas Adidas.
Allí los jóvenes pasaron a la ofensiva, y extendiendo sus frases le repreguntaron al periodista “Esta ropa es sólo para tipos como vos, ¿cuánto ganás aquí?, decímelo. Vos debés tener mucha guita y te podés comprar muchas cosas”.
Le dijeron que si él sabía cuanto costaba ese lindo reloj que el conductor televisivo lucía en su muñeca, demostrando un gran saber. Los jóvenes dejaron un anhelo al finalizar la entrevista, que tanto ellos como sus padres pudieran conseguir trabajo.
Recordé una gran frase que escuché, creo, de Juan Domingo Perón “La televisión es alguien que entra a la casa de todos sin pedir permiso”. Hoy, la misma enseña que tener es mejor que ser.
El canal Encuentro muestra cursos de distintos oficios (electricidad, carpintería, etcétera). Esta importante iniciativa es transmitida por señal de cable privado, al que difícilmente quienes más lo necesitan, puedan acceder. ¿No sería imperioso que estos cursos fueran otorgados para los 400.000 jóvenes, que según el ministro de de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, pasan pos sus mismas condiciones en el gran Buenos Aires?
¿No podría el Gobierno otorgar becas para incentivar que estos jóvenes puedan capacitarse? ¿No podría exigir que las empresas que llevan adelante las obras públicas todos los días anunciadas en noticieros de TV los contraten?
Los resultados serían inminentes, las becas serían menos costosas que pagar un mes de cárcel por cada chico. La democracia recuperaría su credibilidad y por fin la televisión enseñaría que ser es mejor que tener.
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¿Por què la importancia de ocuparme de este tema?
Si partimos de la base que la franja poblacional adolescente en situación de encierro en instituciones cerradas de nuestro paìs, que uno de cada cuatro chicos en conflicto con la ley está privado de la libertad. Ademàs tenemos 6300 adolescentes en el sistema penal; donde el 40 por ciento estàn con causas por delitos leves y sospechados o imputados de haber
infringido la ley penal, y están cumpliendo algún tipo de medida punitiva ordenada por un juez..
Sì, es importante rescatar con respecto a la educación, que reciben estos jóvenes es que el 25 % que está en regímenes cerrados, apenas reciben clases entre 2 y 5 horas por día (así lo revela un informe de Unicef, el Gobierno, y la Universidad Tres de Febrero).
A pesar de que la Convención Internacional de los Derechos del
Niño, con rango constitucional, establece que la privación de la libertad
debe ser el último recurso, y sólo debe aplicarse en casos extremos.
Nos encontramos que sesenta y siete de los detenidos llevan presos más de dos años.
Y se sabe que casi el 40 por ciento está encerrado por delitos que no se consideran graves, como robos sin armas. Aunque todas estas afirmaciones hoy deben ser abiertas a un debate reflexivo, ya que en el caso de que haya tenencias de armas se transformarìa en una toma de riesgo individual y social.
¿Qué pasa con la educación basada en el deporte?
La muestra de este estudio nos dice que la mitad de los establecimientos no les da la posibilidad de realizar deportes y casi un 60 por ciento no les propone actividades lúdicas en el marco de un programa de rehabilitación ni de formación laboral.
Técnicamente le bloqueamos una de las herramientas para canalizar conductas agresivas. Por lo que estamos explicando ya adelantamos algo percibido por la ciudadanìa: “En algunas provincias la respuesta es el encierro o nada. También es importante destacar que son encerrados chicos en situación de calle, aunque estar en la calle no es un delito. Es una grave vulneración de derechos”
Paola Vessvessian, funcionaria estatal, expresa “que se debe ver a los adolescentes como adolescentes y no como infractores y que existe una fuerte decisión del Gobierno para realizar esa transformación”,
Sin embargo la realidad muestra situaciones totalmente distintas: no se ven las acciones efectivas para modificar esta aseveración.
Las principales conclusiones de este estudio a nivel nacional muestran lo siguiente:
- Se revelaron 6299 adolescentes menores de 18 años incluidos en
dispositivos penales juveniles por orden judicial por estar sospechados o
imputados de haber cometido algún delito.
- Hay 1529 adolescentes privados de su libertad en institutos de régimen
cerrado, con alambrados o muros y agentes de seguridad que los controla.
- Unos 270 permanecen internados en establecimientos con régimen
semicerrado y pueden, en general, salir para ir a la escuela o trabajar
solos o supervisados por personal del lugar.
- El resto de los adolescentes, unos 4495 presuntos infractores (71 por
ciento del total) están bajo programas no privativos de la libertad, de
acompañamiento y supervisión.
- Es interesante destacar que las mujeres representan el 8 por ciento del total de adolescentes en distintos establecimientos (cerrados y semicerrados) y solo el 17 por ciento en programas.
A mi parecer los programas de rehabilitación son precarios en contenidos y frecuencia, como por ej el programa “A la salida”, que obliga a los adolescentes a
participar solo dos veces por semana de alguna actividad colectiva como un
taller de formación en algún oficio o alguna actividad deportiva.
–¿Si hay tantos proyectos por qué no se avanzó aún en el tratamiento del
tema?
–Desde 2005 a hoy no se ha aprobado ningún proyecto que no tenga el guiño
del oficialismo, por lo cual sospecho no una voluntad polìtica para solucionar el problema.
El encierro no debería aplicarse en delitos leves, como robo sin armas.
El informe nos muestra la necesidad de seguir fortaleciendo la idea de
que la privación de la libertad debe ser el último recurso” debido a la escasa oferta educativa (Gimol Pinto, de UNICEF) El relevamiento encontró que la cantidad de horas diarias de clases varía de 2 a 5, según los establecimientos. Seis de cada diez institutos no ofrece actividades vinculadas con la formación laboral y casi la mitad, tampoco talleres
relacionados con la educación artística. Las actividades de recreación como deportes y juegos se ofrecen en un 53 por cinto y un 36 por ciento de los institutos visitados para el relevamiento. En un 20 por ciento de los establecimientos no se ofrece atención básica de salud. Creemos que el Ministerio de Educación tiene la responsabilidad de analizar la escasez educativa ofrecida a estos adolescentes, por lo relatado anteriormente estamos lejos de lograr una verdadera rehabilitación adolescente, sino ¿Por que se sigue insistiendo en modelos de encierro para tener a la sociedad “artificialmente protegida? . Pareciera que màs que un encierro se los prepara para un “entierro social”.
LIC ELENA FARAH
Arroyo...el gato...no está a la altura de los que necesitan orientación, educación, comprensión, protección...cree que otorgando plásticos, descomprime, alimenta y dignifica.
FELICITACIONES DR. VALDES POR PONER EL TEMA SOBRE LA MESA.
S E R QUE TENER.
COINCIDO QUE DEBEMOS ENSEÑARLES OFICIOS PARA QUE SEAN PERSONAS DE BIEN Y NO REHENES DE LAS DADIVAS........
CON RESPECTO A LOS CANALES DE TV. FRIVOLOS ES LAMENTABLE...
PODRIAN MOSTRAR TODAS LAS PERSONAS TRABAJADORAS Y HONESTAS Y NO TODO LO MALO...
FELICITACIONES NUEVAMENTE DR. VALDES POR PONER ESTAS COSAS
A CONSIDERACION DE LA GENTE.............