02 de mayo, 2024
Editorial
¡Viva la huelga!
En medio del conflicto en Kraft, firmado por agrupaciones de izquierda, aparecieron carteles en la UBA afirmando "Viva la huelga". Por otras razones, los grandes Medios comenzaron a cubrir todas las protestas existentes, especialmente aquellas que afectan el tránsito de la Ciudad. La confluencia nosorprende ya que, una vez más, ambos sectores se benefician con la hipótesis del caos. |
En ocasión del conflicto por los despidos en Kraft, firmado por diversas agrupaciones de izquierda, aparecieron una serie de carteles en varias dependencias de la Universidad de Buenos Aires afirmando “Viva la huelga”. Asimismo, desde hace unos días, por otras razones, los grandes Medios comenzaron a cubrir todas las protestas existentes, especialmente aquellas que afectan el tránsito de la Ciudad.
La confluencia no debe sorprender puesto que, una vez más, ambos sectores se benefician con la hipótesis del caos. Por izquierda, porque insólitamente se sigue descansando en la idea de que es necesario agudizar las contradicciones; por derecha, porque el caos genera miedo y el miedo, que muchas veces es zonzo, es el principal fundamento para propiciar excepciones que van, casi siempre, en contra de las libertades individuales.
Y sin embargo, ambos enfoques no están totalmente equivocados.
¿Cómo lograr visibilidad si no se molesta? Si no hay “protestódromo neustadtiano”, ¿qué otro lugar mejor que la calle para hacer conocer un reclamo?
Por otro lado, ¿es posible que el pensamiento progresista y de izquierda tenga un desprecio tan profundo por el espacio público? Más específicamente: ¿es posible que no haya clases en el Buenos Aires porque 12 chicos fueron castigados por irse sin permiso o que se tomen las facultades en apoyo a la huelga de Kraft? ¿Los cientos de miles de personas que viajan en el subte todos los días pueden ser rehenes de la interna gremial? Sin ánimo de ofender:
¿Puede ser que 20 tarados se arroguen el derecho de apropiarse de una avenida, un puente o cualquier espacio perteneciente a todos, por cualquier razón?
Los dos grupos de preguntas, los de una visión “más de izquierda” y los de una visión “más de derecha”, están conformados por preguntas retóricas. Sin embargo, resulta obvio que en la práctica hay colisión de intereses y derechos si se sigue al pie de la letra lo que estas preguntas suponen y, para escándalo de los amantes del consenso fácil, (aquellos que afirman que la mejor manera de resolver entre dos extremos, es eligiendo el medio), resulta imposible hallar una solución que “beneficie a todos”. En la práctica “el medio de los extremos” es inasible y más bien el péndulo oscila de izquierda a derecha y viceversa dependiendo el color del gobierno, la sociedad y la época.
Sin embargo, lo que cabe plantearse es cuál es la razón de este regocijo por el caos; regocijo que, como indiqué al principio, beneficia las hipótesis conspirativas tanto del taxista que escucha AM como del estudiante de Ciencias Sociales.
Una vez reflexionado el tema, aun admitiendo la misma cantidad e intensidad de conflictos, probablemente el taxista apagará la radio para dejar de oír los “¿Hasta cuándo?” y el cartel de la Facultad que decía “Viva la huelga” indicará “Viva el trabajo”.
La confluencia no debe sorprender puesto que, una vez más, ambos sectores se benefician con la hipótesis del caos. Por izquierda, porque insólitamente se sigue descansando en la idea de que es necesario agudizar las contradicciones; por derecha, porque el caos genera miedo y el miedo, que muchas veces es zonzo, es el principal fundamento para propiciar excepciones que van, casi siempre, en contra de las libertades individuales.
Y sin embargo, ambos enfoques no están totalmente equivocados.
¿Cómo lograr visibilidad si no se molesta? Si no hay “protestódromo neustadtiano”, ¿qué otro lugar mejor que la calle para hacer conocer un reclamo?
Por otro lado, ¿es posible que el pensamiento progresista y de izquierda tenga un desprecio tan profundo por el espacio público? Más específicamente: ¿es posible que no haya clases en el Buenos Aires porque 12 chicos fueron castigados por irse sin permiso o que se tomen las facultades en apoyo a la huelga de Kraft? ¿Los cientos de miles de personas que viajan en el subte todos los días pueden ser rehenes de la interna gremial? Sin ánimo de ofender:
¿Puede ser que 20 tarados se arroguen el derecho de apropiarse de una avenida, un puente o cualquier espacio perteneciente a todos, por cualquier razón?
Los dos grupos de preguntas, los de una visión “más de izquierda” y los de una visión “más de derecha”, están conformados por preguntas retóricas. Sin embargo, resulta obvio que en la práctica hay colisión de intereses y derechos si se sigue al pie de la letra lo que estas preguntas suponen y, para escándalo de los amantes del consenso fácil, (aquellos que afirman que la mejor manera de resolver entre dos extremos, es eligiendo el medio), resulta imposible hallar una solución que “beneficie a todos”. En la práctica “el medio de los extremos” es inasible y más bien el péndulo oscila de izquierda a derecha y viceversa dependiendo el color del gobierno, la sociedad y la época.
Sin embargo, lo que cabe plantearse es cuál es la razón de este regocijo por el caos; regocijo que, como indiqué al principio, beneficia las hipótesis conspirativas tanto del taxista que escucha AM como del estudiante de Ciencias Sociales.
Una vez reflexionado el tema, aun admitiendo la misma cantidad e intensidad de conflictos, probablemente el taxista apagará la radio para dejar de oír los “¿Hasta cuándo?” y el cartel de la Facultad que decía “Viva la huelga” indicará “Viva el trabajo”.
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